viernes, 20 de abril de 2012

El perdón

En el momento en que salió el rey y dijo que lo sentía, que se había equivocado y que no volvería a suceder, estaban en el bar la chica de la ORA, Honorio, el taxista mirando apenado el fondo de su vaso, el portero, Betty tras la barra, la señora que entraba a probar suerte en la máquina tragaperras y dos desconocidos muy trajeados. El de la Coca cola no estaba porque justo acababa de irse.
Se hizo el silencio como si fuera a ocurrir algo importante, incluso la señora que probaba suerte se quedó con la moneda de euro en la mano.
Habló y durante un minuto de reloj pareció que se paraba el tiempo: las caras mirando la pantalla, las bocas semiabiertas, la sorpresa en los ojos.
-Hostia. Honorio el de las chanclas.
-Toma ya. El portero
-Que bonito. La chica de la ORA
-Eso a los elefantes. Betty
El taxista miró sorprendido pero no dijo nada.
Los dos del traje, igual. Miraron con asombro pero no dijeron palabra. Se ve que tampoco se lo esperaban, pero su quehacer, o personalidad o lo que fuera no incluía hacer comentarios y menos entre desconocidos. De hecho ellos mismos habían llevado la extrañeza al bar. Pidieron café y dijeron cuanto es antes de que Betty los sirviera, señal inequívoca de desconfianza. El de la Coca Cola, que sí estaba cuando ellos llegaron, dijo que eran policías. Honorio que no, que eran guardaespaldas de Montoro.
El caso es que ambos permanecieron mudos. Los otros, no. La más admirada y agradecida fue la chica de la ORA que consideró que era todo un detalle, que un error lo tiene cualquiera y que un rey saliera así pidiendo perdón, ojalá lo imitaran tantos políticos  corruptos y amigos de corruptos.
El portero hizo alarde de hombre de mundo, acostumbrado a ver cosas y casos en la vida, de modo que afirmó que no había antecedentes de una cosa semejante. Y también puso en juego sus habilidades psicológicas: y además se le veía sincero.
-Sí, sincero. Que no le ha quedado otro remedio. Le han dicho, hay que hacer algo sí o sí, que menudo escándalo has montado. Y por eso ha hecho esta pantomima.
Honorio desde sus chanclas ya no está ni en situación ni en edad de andar con paños calientes. Así que aprovecha para dar doctrino o, como él dice, cantar las verdades al lucero del alba. O sea, decir lo que piensa o lo que le da la gana.
-Con la que está cayendo y él como si estuviéramos en la Edad Media. Que hay que apretarse el cinturón y él de caza de elefantes. A ver si empapelan a Urdangarín. Y a su mujer, ¿o es que era tonta y no se enteraba? Verás como se libran los dos. Ahora dicen que también tiene que ver el rey, que hizo gestiones. Si tiraran de la manta nos íbamos a reir. Ahí si que tenía que pedir perdón. Y de sus propios negocios, y de sus gastos y de sus amigotes. Anda que.
El portero miró a los desconocidos trajeados, por testar cómo reaccionaban ante las palabras de Honorio. No logró sacar conclusión alguna: estaban parapetados tras sus gafas negras.

jueves, 5 de abril de 2012

No se va a entender

Eso fue lo único que se pudo oir, la frase que se oyó con nitidez. Nada más. Luego, como vieran que todos se volvìan hacia ellos, la pareja enmudeció. Mejor dicho, él se llevó un dedo a los labios y sugirió que no dijeran nada más, que los estaban observando. Ella estuvo de acuerdo.
-No se va a entender
Y todos los que estaban esa tarde en el bar de Betty miraron de nuevo.
Ya fue exraño que Montoro apareciera a aquellas horas. No era nada habitual. A las ocho de la tarde y acampañado por aquella mujer tan trajeada como él. Al principio no la reconocieron. Como llevaba unas semanas acercandose a la España real y no encontraba otra forma que intentar hacerse el simpático, sin conseguirlo, pues le prestaron la atención justa. Es decir, poca. Y que llegara acompañado suponía lo mismo que llegar con la cartera colgándole del brazo.
Fue el portero quien se dio cuenta.
-Pero si es la ministra.
Efectivamente, todos estuvieron de acuerdo en que era la ministra. Tardaron un poco mas en colegir que era la de Trabajo.
-Están liados.
-Halaaa. Tu siempre tan romántica.
-A ver, le ha dicho "No se va a entender". Ya me direis. Está más claro que el agua.
-Pero están casados, no?
-Si, pero no entre ellos.
Cuando elucubraba la chica del ORA con que estarían o no juntos, los ministros ya se habían ido. Ni siquiera se habian terminado las Mirindas.
Así empezaron las elocubraciones.
La chica de la ORA y los de la Telefónica, que estaban liados.
-Pero que eso es imposible, y vienen a pregonarlo a un bar, para que se les vea.
-No es un bar cualquiera, es un sitio que sólo conoce él.
Honorio el de las chanclas aseguró que no estaban liados, que lo que le dijo se refería a los presupuestos, a la justificación de los recortes.
-¿Y para decirle eso se la trae aqui?
Betty asintió con la cabeza. Su autoridad moral hacía que todos estuvieran de acuerdo con ella. No dijo nada. Para todos significaba, si yo os contara. Pero no contó. Con lo que para unos estaban liados. Para otros no lo estaban, lo que decía Betty se refería a los presupuestos y los recortes.