martes, 23 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad

En el bar de Betty están contentos porque ha tocado el reintegro. El zapatero había entrado riendo, dando palmas y con el décimo en la mano.
-Lo que yo dije, el siete.
Se miraron todos asombrados y entre dudas, como si desconocieran algo importante, como si les faltara alguna clave. Betty, la hija, Honorio, el taxista, Paqui, la Pelirroja, el portero y la chica de la ORA.
Cuando comprobaron que la felicidad del zapatero jubilado era medio de broma medio porque su número favorito es el siete, compartieron la alegría. Lo que no falta nunca en ese bar son las ganas de alegrarse.
Y fue como a Honorio se le ocurrió que podían montar una fiesta y hacer creer a las televisiones que eran ricos y felices.
-Como vengan las televisiones, también vienen los bancos. Dijo el portero precavido.
-A esos quería ver yo.
Fue como la chica de la ORA contó entonces lo que le había pasado a un amigo con el banco. El amigo es un novio peruano que se ha echado, pero esa historia romántica no viene a cuento de esta crónica postátil. El peruano pretendía mandar dinero a su familia en Lima y quiso preguntar en la  sucursal cuanto le costaba la operación. Le dijeron que un 0,35 por ciento de lo que enviara, con un mínimo de 35 euros. O sea, que dependía de la cantidad. Y que en todo caso le convenía enviar una suma importante, que...
-Lo que mi amigo iba a mandar son 100 euros y le cobraban 35.
-Cabrones.
Y la expresión de Honorio fue suscrita por los clientes de Betty. Los presentes y los ausentes.
Así fue como la denuncia de la chica dela ORA y la broma del zapatero pusieron en marcha la comedia. Betty sacó cava maluco y medio caducado que hicieron estallar en cuanto apareció la primera reportera de una TDT. Entre paréntesis hay que decir que se apiadaron de ella porque llegó con la cámara a cuestas, y el blog de notas, y el android, y un micrófono. Y pudieron oír cómo le echaba la bronca de su jefe, injusta, insensible, machista y acosadora, sólo  porque no había logrado una imagen con el número premiado.
Los del bar de Betty consiguieron un jolgorio considerable, al que acudieron vecinos, mirones, curiosos y televisiones. Entre el gentío se pudo ver a un tipo sonriente con corbata que Liliana, la chica de la ORA, reconoció como el director de la sucursal bancaria donde su amigo había pedido información para enviar unos euros a Perú.
-Ese es. Dijo a Honorio.
Y el jubilado de las chanclas y los calcetines desparejados se encargó de la gestión.
Nadie sabe qué artes desplegó, si su simpatía, si su arrojo, pero lo cierto es que se presentó como portavoz del grupo agraciado. Al hombre trajeado tomó por banda y le puso una condición para poder negociar en exclusiva. Sí, sólo una. Un día antes un cliente de su banco pretendió enviar a Lima cien euros.
El bancario aseguró que se interesaría por ese caso.
-No me ha entendido. La condición única es que lo resuelva ahora.
Liliana llamó a su amigo, éste se presentó en el bar de Betty y los cien euros cruzaron el Atlántico para llegar a su destino sin dejarse en el camino comisión alguna. El director de la sucursal no dudó en abrir la oficina para hacerlo posible.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Una barra de cafetería donde no se ve el fin de la crisis


Lo de Betty es una cafetería con barra. En ella, en esa barra, o en una como esa, según Rajoy, es donde se empieza a ver el fin de la crisis. Arrimados a ese mostrador de aluminio están Honorio y el zapatero conversando, la chica de la ORA desayunando, el taxista mirando el fondo de su vaso vacío y la pelirroja leyendo sentada en el taburete. Al otro lado, la hija de Betty repasando con una bayeta los alrededores del vaso que mira obsesivamente en taxista. Luego con el mismo paño seca los aledaños del vino de Honorio y de la caña del zapatero.
-Por los cojones, se ve aquí el final de la crisis.
Honorio repasa entonces para el zapatero los síntomas nada verdes. La hija de Betty terminó hace varios años la carrera, bióloga. Ha hecho dos másteres, ha sido becaria en lo suyo y en publicidad y trabajado en el Corte Inglés los sábados y domingos. Ha decidido que con la precariedad y miseria que obtiene en todos esos trabajos, mejor echarle una mano a su madre en el bar.
El novio de la hija de Betty también es biólogo y terminó la carrera cuando ella. Él no hizo master pero tampoco tiene trabajo ni en lo suyo ni en el Corte Ingles. Hace macramé, pulseras, cinturones y collares, que intenta vender en los mercadillos, pero atento a la policía porque no tiene licencia ni piensa sacársela. Los dos viven en la casa de Betty.
-Los tuyos, ya ves. Y los míos ni te cuento.
Los tuyos son los hijos del zapatero: el Chispas, con el que no se habla desde que suegra y nuera discutieron, y la hija. Ésta ha sido cajera y reponedora de supermercado. La despidieron cuando se quedó embarazada de su segundo hijo. Firmó la conformidad porque acordaron volverla a contratar cuanto diera a luz y pudiera dejarlo en la guardería. Pero no cumplieron. El marido tampoco encuentra y eso que tiene fama de ser un pintor cuidadoso. Así que los cuatro, la pareja y las dos niñas, comen muchos días en casa del zapatero.
Lo de Honorio es que se jubiló con una buena pensión dentro de lo que cabe. Era funcionario del cuerpo A y no quedó mal. Dice muchas veces que él y su mujer serian capitanes generales si no tuvieran que hacerse cargo de los hijos. Estos son tres, dos casados y uno soltero. A los dos primeros los colocó bien, uno aparejador y otro agente de seguros. Se casaron los dos, compraron piso y los pilló el vendaval de la crisis. El primero negoció con el banco, el segundo fue desahuciado. Los dos viven con sus parejas y sendos niños pequeños en casa de Honorio. El soltero, también, solo que nunca se fue y nunca pudo trabajar. Acabó arquitectura, le costó, pero no logró poner en práctica sus conocimientos. Ahora está pensando irse fuera de España, porque aquí no hay futuro, dice, y porque no se cabe en la casa de Honorio
La chica de la ORA es colombiana, vive realquilada en casa de una compatriota. En realidad lo suyo es doble realquiler: su amiga tiene alquilada una habitación a una pareja de colombianos y a ella le alquila la mitad de la cama. Es decir que viven y duermen juntas. El problema es cuando viene el novio de su amiga, también colombiano. Entonces la chica de la ORA busca donde dormir, o no duerme y pasea por la ciudad, que el novio de su amiga nunca se queda mucho. El sueldo tiene que ir a Colombia, donde tiene dos hijos al cargo de la abuela.
La pelirroja se cree que está en el bar de Betty de incognito, leyendo tranquilamente sin que nadie sepa de su vida y sin tener que dar explicaciones. Pero Honorio sabe que es periodista aunque trabaja desde hace tiempo como teleoperadora. Ocho horas con veinte minutos para tomar café, ir al baño, fumar un cigarro o mirar por la ventana. A elegir. No hay hora para comer, porque al no llegar el horario de trabajo a las ocho horas, son 7,45, no hay descanso más que esos veinte minutos. Si se pasa uno, o empieza a atender llamadas uno más tarde, los debe. Si se demora en aclarar algo a un cliente fuera de las 7,45, no cuenta. Así que, dependiendo del turno, hace tiempo para entrar en el taburete del bar, leyendo.
-Y ese, ya ves
Ese es el taxista ensimismado y triste. Que mira el fondo de un vaso de vino vacío con obsesión y se levanta, se va sin despedirse, y hace como que va a dar una vuelta con el taxi. La mayoría de las veces ni lo mueve. Honorio lo ha seguido y ha llegado a ver cómo abre el coche, se sienta al volante y ni enciende la llave de contacto. Está un rato mirando, también ensimismado a través del cristal, se baja de nuevo, vuelve al bar de Betty y allí sigue absorto ante el mismo vaso
-Asi que a ver si viene Montoro y también dice que la crisis está olvidada.
-Pues ahí lo tienes

Dice la hija de Betty cuando ve entrar al ministro por la puerta.