Lo de Betty es una cafetería
con barra. En ella, en esa barra, o en una como esa, según Rajoy, es donde se
empieza a ver el fin de la crisis. Arrimados a ese mostrador de aluminio están
Honorio y el zapatero conversando, la chica de la ORA desayunando, el taxista
mirando el fondo de su vaso vacío y la pelirroja leyendo sentada en el
taburete. Al otro lado, la hija de Betty repasando con una bayeta los
alrededores del vaso que mira obsesivamente en taxista. Luego con el mismo paño
seca los aledaños del vino de Honorio y de la caña del zapatero.
-Por los cojones, se
ve aquí el final de la crisis.
Honorio repasa
entonces para el zapatero los síntomas nada verdes. La hija de Betty terminó
hace varios años la carrera, bióloga. Ha hecho dos másteres, ha sido becaria en
lo suyo y en publicidad y trabajado en el Corte Inglés los sábados y domingos. Ha
decidido que con la precariedad y miseria que obtiene en todos esos trabajos,
mejor echarle una mano a su madre en el bar.
El novio de la hija de
Betty también es biólogo y terminó la carrera cuando ella. Él no hizo master
pero tampoco tiene trabajo ni en lo suyo ni en el Corte Ingles. Hace macramé,
pulseras, cinturones y collares, que intenta vender en los mercadillos, pero
atento a la policía porque no tiene licencia ni piensa sacársela. Los dos viven
en la casa de Betty.
-Los tuyos, ya ves. Y
los míos ni te cuento.
Los tuyos son los hijos
del zapatero: el Chispas, con el que no se habla desde que suegra y nuera
discutieron, y la hija. Ésta ha sido cajera y reponedora de supermercado. La
despidieron cuando se quedó embarazada de su segundo hijo. Firmó la conformidad
porque acordaron volverla a contratar cuanto diera a luz y pudiera dejarlo en
la guardería. Pero no cumplieron. El marido tampoco encuentra y eso que tiene
fama de ser un pintor cuidadoso. Así que los cuatro, la pareja y las dos niñas,
comen muchos días en casa del zapatero.
Lo de Honorio es que
se jubiló con una buena pensión dentro de lo que cabe. Era funcionario del
cuerpo A y no quedó mal. Dice muchas veces que él y su mujer serian capitanes
generales si no tuvieran que hacerse cargo de los hijos. Estos son tres, dos
casados y uno soltero. A los dos primeros los colocó bien, uno aparejador y
otro agente de seguros. Se casaron los dos, compraron piso y los pilló el vendaval
de la crisis. El primero negoció con el banco, el segundo fue desahuciado. Los
dos viven con sus parejas y sendos niños pequeños en casa de Honorio. El
soltero, también, solo que nunca se fue y nunca pudo trabajar. Acabó
arquitectura, le costó, pero no logró poner en práctica sus conocimientos.
Ahora está pensando irse fuera de España, porque aquí no hay futuro, dice, y
porque no se cabe en la casa de Honorio
La chica de la ORA es
colombiana, vive realquilada en casa de una compatriota. En realidad lo suyo es
doble realquiler: su amiga tiene alquilada una habitación a una pareja de
colombianos y a ella le alquila la mitad de la cama. Es decir que viven y
duermen juntas. El problema es cuando viene el novio de su amiga, también colombiano.
Entonces la chica de la ORA busca donde dormir, o no duerme y pasea por la
ciudad, que el novio de su amiga nunca se queda mucho. El sueldo tiene que ir a
Colombia, donde tiene dos hijos al cargo de la abuela.
La pelirroja se cree
que está en el bar de Betty de incognito, leyendo tranquilamente sin que nadie
sepa de su vida y sin tener que dar explicaciones. Pero Honorio sabe que es periodista
aunque trabaja desde hace tiempo como teleoperadora. Ocho horas con veinte
minutos para tomar café, ir al baño, fumar un cigarro o mirar por la ventana. A
elegir. No hay hora para comer, porque al no llegar el horario de trabajo a las
ocho horas, son 7,45, no hay descanso más que esos veinte minutos. Si se pasa
uno, o empieza a atender llamadas uno más tarde, los debe. Si se demora en
aclarar algo a un cliente fuera de las 7,45, no cuenta. Así que, dependiendo del
turno, hace tiempo para entrar en el taburete del bar, leyendo.
-Y ese, ya ves
Ese es el taxista
ensimismado y triste. Que mira el fondo de un vaso de vino vacío con obsesión y
se levanta, se va sin despedirse, y hace como que va a dar una vuelta con el
taxi. La mayoría de las veces ni lo mueve. Honorio lo ha seguido y ha llegado a
ver cómo abre el coche, se sienta al volante y ni enciende la llave de
contacto. Está un rato mirando, también ensimismado a través del cristal, se
baja de nuevo, vuelve al bar de Betty y allí sigue absorto ante el mismo vaso
-Asi que a ver si
viene Montoro y también dice que la crisis está olvidada.
-Pues ahí lo tienes
Dice la hija de Betty
cuando ve entrar al ministro por la puerta.
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