sábado, 30 de mayo de 2015

A Montoro le llega el efecto Carmena


La segunda Mirinda la toma en vaso largo como si fuera la penúltima en un club nocturno. Agarra el paso con los cinco dedos por el borde, dejando que cuelgue, los codos apoyados en la barra, con corbata pero en mangas de camisa, arremangado. Tras la barra, la hija de Betty seca los vasos, Betty repasa la encimera.
Frente al ministro, Honorio, su amigo y enemigo del mus, el portero, el zapatero que por una vez no se ha ido y se ha quedado como en un duelo a primer disparo, Paqui, la chica de la ORA y un no habitual que va por la quinta copa de coñac. Magno.
-Otra de Magno. Dijo. Y a los señores lo que tomen.
Betty está ducha en tratar con habituales y no habituales de mucho beber, así que sabe cuándo tiene que tomarse su tiempo y no responder inmediatamente al servicio.
Estaban comentando los resultados electorales elucubrando los pactos posibles y los imposibles, como si fueran ellos los que hubieran de firmarlos. En la tertulia había bastantes coincidencias, han ganado todos, un par de ideas encontradas y mucho quórum para pintar las últimas derivas de la ex condesa de Murillo y actual condesa de Bornos.
Que es mala persona, que se le ha ido la olla, que no puede aguantar que no mangonee ella, que ha quedado como el culo, que está rabiando por las esquinas, que quiere montar otro tamayazo, que está salpicada de mierda… eran las premisas que los presentes iban dejando posarse en el suelo fregado del bar de Betty, sin aderezar demasiado ni matizar, con lo que sin desarrollo alguno pasaban a ser conclusiones.
A veces la nota discordante era la del no habitual, el del Magno, que ni conocía los tiempos de exposición y de discusión del bar ni tenía muy elaborado su discurso, ya que pasaba de considerar que la susodicha era muy lista a asegurar, casi al mismo tiempo, que era lo peor: tonta e hija de puta.
No era tenido en cuenta en un ambiente tan festivo y optimista. La hija de Betty y su ya íntima amiga la chica de la ORA llevaban cuatro días de celebración. El zapatero insistía que no había ganado Podemos, sino Manuel Carmena. Y todos le veían su conformismo socialista. A Honorio le dolía lo de Izquierda Unida, y a su amigo no estando el mus por medio, lo que dijera Honorio. El portero, dado su trabajo, tenía claro que su aspiración era la equidistancia, así que ni siquiera en el bar se pronunciaba. Y cuando el sentir general  disparaba sus salvas contra la lideresa que se desquició en sus últimas elecciones, se limitó a asegurar: a saber. Paqui no se quería meter en líos pero dejó muy claro desde el principio que a ella la señora Carmena le parecía una señora.
A todos les extrañó, y no dejaron de manifestarlo entre tanto comentario político, de pactos y de ofensas, que el taxista no hubiera aparecido. Miraron a Paqui sin decir nada, pero ella no aclaró: se encogió de hombros.
En esas estaban cuando llegó Montoro. En mangas de camisa como si fuera verano, solo, los rizos pegados al cogote y sonriente.
-Pues no sé de qué se ríe, con la que le ha caído. Lo dijo el zapatero sin dirigirse al él, pero con ganas de ser contestado.
La primera Mirinda la tomó a morro, como si llegara sediento, sin respirar. La segunda ya la vació sobre los hielos del vaso de tubo. Fue cuando se acodó en la barra, satisfecho y displicente.
Fue la chica de la ORA, exultante por la amistad de la hija de Betty o por el resultado electoral, la que se dirigió a él para decirle que le parecía haber oído que ahora estaba a favor del cine.
-En efecto, señorita. Pero es que yo siempre he estado a favor del cine español. Nadie duda de que el cine ayuda a impulsar la Marca España.
-¿Pero qué dice este hombre ahora?
-Lo que oye. La industria cinematográfica española es un sector que tiene un gran relieve a nivel internacional.
-Por eso la han perseguido ustedes.
-¿Como que perseguido?. Aquí nadie ha perseguido a nadie. Al contrario.
Fue cuando la hija de Batty dijo que eso era el efecto Carmena, que ya se empezaba a notar. Todos, en su ánimo optimista, rieron la ocurrencia. Su amiga corroboró: afirmó que el ministro teme a Manuela y por eso se pone la piel de cordero y empieza a hablar bien del cine.

Montoso no oye la reflexión.  Apoyado en la barra sobre los dos codos y en una pierna doblada, guarda equilibrio de flamenco, balancea su trago largo de Mirinta y mira a lo lejos, a través de la puerta abierta del bar, como vislumbrando un tiempo nuevo.

miércoles, 13 de mayo de 2015

PROHIBIDO HACER CAMPAÑA

Betty decidió declarar a su bar ZONA LIBRE DE CAMPAÑA. Es decir, que nadie fuera allí ni a repartir papelitos, ni prospectos, ni programas, ni banderitas ni chapas.
-¿Ni a debatir? -Preguntó Honorio
-Ni a debatir. Después de lo visto, ni a debatir ¿O te crees tú que debaten?
Y explicó que iba a poner un letrero grande: en lugar de decir, como se decía antes, Prohibido blasfemar, pondrá Prohibido hacer campaña. Ni para elecciones municipales y autonómicas ni para las generales cuando vengan. 
Y lo puso. En la pizarra que está junto a la máquina tragaperras escribió en letras mayúsculas: PROHIBIDO HACER CAMPAÑA
Lo decidió tras asistir, pasmada desde detrás de la barra, a la pelea, física, del de Podemos y el de Ciudadanos, tras los insultos entre el del PSOE y el del PP y de la bronca entre dos de Izquierda Unida que llegaron juntos y se fueron separados. Todo la misma mañana.
A las 9 de la mañana del lunes entraba por la puerta del bar un chico joven cargado con un taco grande de folletos y una mochila que lo derrengaba. Sobre la barra, los churros dispuestos, algunos cafés humeantes; junto a ella, los parroquianos, los habituales y otro no habituales. De los primeros, Honorio, su amigo del mus, el zapatero, la chica de la ORA, el taxista mirando su vaso ya vacío, Paqui jugando en La tragaperras, los dos de la Telefónica que aunque ya hacía tiempo que terminaron con el cableado del barrio se habían querenciado con lo de Betty y el de la cocacola. De los segundos, además de un barrendero, el del banco, dos tipos trajeados, se supone que representantes o comerciales de algo, un hombre con gafas leyendo un periódico, dos peluqueras y una señora con carrito esperando que Paqui dejara la máquina libre
El chico de la mochila llevaba coleta y las mangas de la camisa blanca cuidadosamente dobladas hasta el codo. Entró deseando un buen día a cada uno de los presentes y les ofreció un folleto con la imagen de Manuel Carmena.
En eso estaba cuando llegó el de Ciudadanos. También joven, éste bien peinado y lavado, el pelo corto, cuidadosamente descamisado. Es decir, chaqueta entallada, camisa blanca y con la corbata en el bolsillo. También llevaba carga de folletos y de tarjetas postales,  en este caso en un maletín, y la intención de repartirlos entre los presentes. La foto de las tarjetas era de Albert Rivera
-¿Puedes esperar por favor?
-¿Por qué voy a esperar?
 Y se lio. No se sabe muy bien qué paso exactamente, el caso es que en segundos estaban enzarzados. Uno le decía al otro que les dictaban los tweets desde Venezuela, el otro que era un yogurin pepero y relamido. Lo que no entendió nadie es que se liaran a hostias y el maletín y la mochila quedaron rasgados y por los suelos. Ellos salieron del bar y éste quedé sembrado, y sucio, de medidas impresas de regeneración democrática.
A las 10 el que entró, con traje y corbata, engominado hasta el cogote, fue el del PP. No iba solo. Una azafata como de líneas aéreas del Este lo acompañaba. El daba la mano y ella daba el folleto, sonriendo. Con la cara impresa de Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy, que también sonreían. Y llegó el del PSOE, también con traje pero sin corbata. Y se puso a saludar a los parroquianos habituales y no habituales, o por conocerlos a todos o por no saber quienes eran unos y otros. Lo que éste repartía eran chapas con la imagen de Carmona. Cosa que no gustó nada al primero porque dijo:
-¿También aquí vas a venir a tocar los cojones?
Contaba luego Honorio que no quedó claro si lo que molestó al del PP fue la chapa, la invasión de un lugar donde estaba él o la animadversión personal. Porque por los términos que emplearon uno y otro no era la primera vez que tenían diferencias. Uno a otro se llamaron corruptos y miserables.
A última hora fueron dos de Izquierda Unida, conocidos de Honorio, que los llamó pensando que si los otros habían pasado por el bar de Betty por qué no sus amigos. Uno quería hablar con todos los presentes y el otro dijo que era preferible comunicarse de uno en uno. El caso es que llegaron juntos y se fueron separados.
-Se acabó, aquí no entra ni uno que venga de campaña
Fue la sentencia de Betty.
Al zapatero no le gustó la medida de Betty porque considera que no son todos iguales, por lo que no fue justa, pero no dijo nada. Explicaría luego a Honorio que el del PSOE tenía toda la razón en decir lo que dijo. Quiso explicar que su argumento no tenía que ver con que se tratara de su partido y  fuera su sobrino el interpelado por el engominado que se hacía acompañar por la azafata de falda corta.
-Han robado, se han repartido sueldos y empresas. Han desmantelado la Sanidad, han distribuido empresas entre sus amigos. Entienden lo público como un pastel suyo. Y encima le dan la vuelta a la tortilla y dice que es mi sobrino el corrupto. No me jodas, Honorio, que tu sabes que mi sobrino es legar, que no ha hecho otra cosa que trabajar por el barrio.
Honorio apena oía al zapatero y no estaba dispuesto a desautorizar a Betty. Fueron los trabajadores de Telefónica los que hicieron de servicio de orden y sacaron del bar, sin empujones pero de manera firme, a los de los insultos, el del PP y el del PSOE y a los que llegaron a las manos, el de Ciudadanos y el de Podemos. Los de IU se irían solos. No faltó luego debate, que además del zapatero con el PSOE, también la chica de la ORA y la hija de Betty defendieron la causa del representante de Podemos.
-Los únicos que lo tienen claro.
-Sí, como en Andalucía.
-Pero si Podemos no se presenta, que no os enteráis
-Que lo sé de sobra, pero yo me entiendo.
-Me dan ganas de no votar a ninguno.
-Otro apolítico. Así seguirá ganando la corrupción. Hay que echarlos
-Pues yo voy a votar a Izquierda Unida, no puede desaparecer.
-Pues esos sí que están peleados.

Betty se quedó pensando, ante la discusión y la tertulia entabladas, si no debería quitar el Prohibido.