Llegó
en vaqueros cuidadosamente gastados, solo, sin escolta, las solapas de la
gabardina subidas, camuflado o protegido de la lluvia con un gorro de plástico.
Las gafas empañadas y los rizos del cogote empapados. Serían las ocho de la
tarde. Tal vez algo más. Honorio dio un codazo al taxista que no levantó la
vista del fondo de su vaso vacío ni por el empellón ni por la aparición del
ministro
-Este, o tiene mucha moral o no sabe dónde ir o
es masoca.
Al
principio entendieron los parroquianos el plan de Montoro de palpar el sentir de la España real. Pero después lo que pensaba la gente de donde Betty quedó claro, y más después de pasar por el bar tantas veces.
-O
es el único sitio que tiene Mirinda.
Dijo
Betty con visión comercial, poniendo el vaso y la botella frente al recien llegado antes de que este pidiera nada.
-Buenas tardes, señores.
El saludo protocolario no obtuvo respuesta. Como casi siempre en los últimos tiempos.
Pero el ministro ya había demostrado que tales
reacciones no le arredraban. Iba al bar de Betty como si tuviera una misión. Así
que dijo, sin preocuparse de quien lo oía:
"Que no nos confundan con las noticias, que
estamos sacando a España de la crisis económica más profunda". Redundó en que
lo de la corrupción era "circunstancia menor". Lo que les digo señores, se oyó, es que este
gobierno "no va a fallar a España".
Y una voz pronunció el nombre de Rato y de Ana Mato. Y el hombre
de los rizos en el cogote se puso a explicar que el PP no es "una persona o unas personas", que "es
otra cosa"
Quedó solo Montoro aislado en el centro del bar,
pegado a la barra, junto a su segunda Mirinda. Se fueron apartando todos de él,
haciendo un vacío a su alrededor. Como si la ola lo hubiera dejado solo en
mitad de la arena. El que permaneció más
cerca fue el taxista porque no se movió y siguió a lo suyo, sin apartar los ojos
del fondo del vaso vacío. Hubo quien observó una tensión mayor en la cara y en
las manos del taxista. Como si apretara los músculos, y en su ensimismamiento
fuera esa la máxima expresividad permitida. Un momento hubo en que también
quedó cerca Paqui, por el intento que hizo durante un instante de no dejar solo
al taxista, pero se arrepintió enseguida. O no se lo permitió así misma. De modo que se creó
un cerco mudo alrededor del ministro, apenas roto por el taburete del taxista.
Un escenario anómalo: el ministro hablando como
si diera una rueda de prensa sin preguntas, un monólogo para nadie, explicando
lo que no le preguntaban, argumentando sin interlocutor. Y los parroquianos,
que oían mientras aparentaban no escuchar, hablaban entre ellos de lo que decía
Montoro pero despreciando su presencia
“Estos se creen que somos gilipollas”; “Se les está
acabando el chollo”; “pero qué cara más dura”; ”¿a que llamamos a Podemos?”; “Otro
que tampoco ve el Jaguar en el garaje”….
Cosas así.
Como ni tuvo eco ni se sintió entendido, terminó
su segunda Mirinda, se tocó el gorrito para la lluvia y salió.
-Buenas noches, señores.
Fue salir el ministro y el círculo se volvió a
cerrar como si fuera un fenómeno meteorológico. Llegó él y se abrió y se fue y
se cerró abarcando al taxista ensimismado.
Honorio igual que dio un codazo al taxista cuando
apareció Montoro, le tocó el hombro cuando se fue.
No solo Honorio, también Betty, todos, tenían deferencias con el taxista. Ya no le hablaban, ni le preguntaban, respetaban su
abstracción, pero si lo tocaban: una palmada suave, un roce solidario, un toque
en el hombro.
Y en voz baja, o mientras se iba de pronto, supuestamente
a dar una vuelta con el taxi, aunque estaba comprobado que no lo movía, decían
que necesitaba ayuda, que iba a acabar mal.
Y todos miraban a Paqui que se encogía de hombros
y a veces se echaba a llorar. Porque era su ayuda y su perdición. Procuraba
estar cerca, como vigilándolo, pero ella no se atrevía a tocarlo, ni por calor ni por piedad.
Si
se especula con que el taxista quizá duerma en la pensión donde vive Paqui es
por lo que ella mismo dijo un día. Que la noche en que la mujer lo echó de casa
al final fue a la pensión. Y todos entendieron sin que lo explicara que fue a
la casa de huéspedes donde tiene el alojamiento, no donde ejerce.
Y
todos, aunque no pregunten, tienen ganas de saber qué paso exactamente aquella
noche y cómo acabó.
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