Al
Chispas no le gusta que lo llamen Chispas. Suele repetir que él es técnico
superior en electrónica y electricidad, y que como mucho responde si lo llaman
electricista. En confianza dice que lo otro es poco profesional y que se pone
de mala hostia cada vez que le dicen Chispas.
Es
el hijo del portero y aparece por el bar de Betty solo de vez en cuando y si no
está su padre. Antes iba mucho. Luego desapareció, estuvo un tiempo sin volver,
parece que se casó y ahora va de vez en cuando. Honorio le dice a Betty que
para buscar alguna chapuza, que él mismo lo llama cuando tiene alguna avería
eléctrica.
-Ha
cambiado mucho. Ahora está más centrado
Betty
asiente. Ni confirma ni desmiente. Sabe todo, lo mira todo, pero nunca dice.
Honorio
también sabe porque es el más viejo del lugar, pero teoriza más. A veces habla
para que Betty le confirme. Y la dueña del bar confirma o no. Es propietaria de
sus silencios y sabe que un bar funciona si se entera de todo lo que pasa pero
siendo leal con cada cliente. Y ella al portero le tiene ley. Lo que no quita
para que el jubilado siga especulando.
-Lo
que peor lleva el portero es que no le deje ver a las nietas.- Dice mirando a
Betty. Y como quiera que ella ni ratifica ni desmiente, el viejo se contesta a
sí mismo
-Pero
parece que la culpa es de la mujer del Chispas, que no quiere que su suegra vea
a las nietas. La tuvieron gorda y no han vuelto a hablarse.
Honorio
ha bajado pronto con sus calcetines de colores, cada uno distinto, en sus
chanclas como si el bar el Betty fuera la playa. Pidió el colacao y los churros
y se puso a hablar del Chispas. Desde que se jubiló afirma que pasó a otra
dimensión en la que dice lo que le parece, va a donde le da la gana, viste como
quiere y habla con quien sea, venga o no a cuento. Dicharachero, sobrado,
deslenguado.
-Hay
que joderse. No le gusta nada que lo llamen así. Ayer estaba hablador. Lo que
no entendí fue lo de las Grecas que dijo.
A
media mañana de este martes la pelirroja sigue enfrascada en su libro, el culo
acomodado en lo alto del taburete de la esquina, el taxista continua mirando
de manera obsesiva el fondo de su vaso vacío, los de la telefónica ya han pagado
lo suyo y salido, de Montoro no se tienen noticias, ni de él ni de sus rizos en
el cogote, ni de sus escoltas ni de su Mirinda, y Betty repasa con su bayeta la
barra de aluminio del bar.
-Creo
que llegó a jugar en el Atletico de Madrid, ¿no?
-Lo
probaron para los juveniles. Pero no lo cogieron.
Ahí
sí aclara Betty. Si Honorio habla tanto del hijo del portero es porque está de
actualidad en el bar: el día anterior por la tarde apareció, invitó a todo el
mundo y contó.
El
Chispas dijo estar contento porque al menos tenía trabajo. Como autónomo, pero
trabajo. En una de las más importantes compañías de seguros. Tras invitar a
todos, pidió otra ronda más, rumboso, y contó que su compañía estaba tirando
los precios. Porque la competencia está siendo atroz con la crisis y otras aseguradoras están
haciendo lo que sea por pillar mercado. Así lo dijo. Que le han bajado las horas
a la mitad y ya no le pagan la gasolina, de modo que puede haber un aviso a
varios kilómetros que no le merece la pena.
-Pero
hay que hacerlo.- Afirma, profesional.
Así
que por un lado pone en todos los partes que es siniestro, o cortocircuito, o
subida de tensión, para que cubra los gastos el seguro. Así va él haciendo
clientes agradecidos, para que le encarguen chapucillas fuera del trabajo. Añade
el Chispas que lo que pasa es que a veces no se cobran esas chapuzas porque la
gente no tiene dinero.
-Y
te pagan en especias.
Como
Honorio quiso saber qué era eso, el técnico superior en electrónica y
electricidad explicó que por ejemplo una fisio que tiene una clínica le dijo
que ella no le podía pagar, que si quería le miraba las cervicales; o que en
algunos restaurantes le daban como vales para que fueran a comer él y las
niñas; o que el coche se lo arregla un taller y él le controla la luz. Y ahí se
puso a contar una historia que casi ninguno de los parroquianos entendió del
todo. Ni Betty.
Parece
que la madre de un abogado lo llamó para que le hiciera un presupuesto de la
consulta de su hijo. Pero que era una sorpresa que le quería dar, así que el
trabajo debería hacerlo en el fin de semana. Siguió diciendo que a él no le
importaba trabajar cuando fuera y que la señora, agradecida, lo invitó a cenar
al mejor restaurante de Madrid y que él se puso como Las Grecas. No acertó a
decir el nombre del sitio, solo vagamente que tenía no sabía cuántas estrellas
Michelin.
A
los del bar de Betty no les quedó muy claro lo que significaba eso de las
estrellas, pero entendieron menos qué quiso decir el Chispas con eso de que se
puso como las Grecas.
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