martes, 25 de noviembre de 2014

Como Las Grecas


Al Chispas no le gusta que lo llamen Chispas. Suele repetir que él es técnico superior en electrónica y electricidad, y que como mucho responde si lo llaman electricista. En confianza dice que lo otro es poco profesional y que se pone de mala hostia cada vez que le dicen Chispas.
Es el hijo del portero y aparece por el bar de Betty solo de vez en cuando y si no está su padre. Antes iba mucho. Luego desapareció, estuvo un tiempo sin volver, parece que se casó y ahora va de vez en cuando. Honorio le dice a Betty que para buscar alguna chapuza, que él mismo lo llama cuando tiene alguna avería eléctrica.
-Ha cambiado mucho. Ahora está más centrado
Betty asiente. Ni confirma ni desmiente. Sabe todo, lo mira todo, pero nunca dice.
Honorio también sabe porque es el más viejo del lugar, pero teoriza más. A veces habla para que Betty le confirme. Y la dueña del bar confirma o no. Es propietaria de sus silencios y sabe que un bar funciona si se entera de todo lo que pasa pero siendo leal con cada cliente. Y ella al portero le tiene ley. Lo que no quita para que el jubilado siga especulando.
-Lo que peor lleva el portero es que no le deje ver a las nietas.- Dice mirando a Betty. Y como quiera que ella ni ratifica ni desmiente, el viejo se contesta a sí mismo
-Pero parece que la culpa es de la mujer del Chispas, que no quiere que su suegra vea a las nietas. La tuvieron gorda y no han vuelto a hablarse.
Honorio ha bajado pronto con sus calcetines de colores, cada uno distinto, en sus chanclas como si el bar el Betty fuera la playa. Pidió el colacao y los churros y se puso a hablar del Chispas. Desde que se jubiló afirma que pasó a otra dimensión en la que dice lo que le parece, va a donde le da la gana, viste como quiere y habla con quien sea, venga o no a cuento. Dicharachero, sobrado, deslenguado.
-Hay que joderse. No le gusta nada que lo llamen así. Ayer estaba hablador. Lo que no entendí fue lo de las Grecas que dijo.
A media mañana de este martes la pelirroja sigue enfrascada en su libro, el culo acomodado en lo alto del taburete de la esquina, el taxista continua mirando de manera obsesiva el fondo de su vaso vacío, los de la telefónica ya han pagado lo suyo y salido, de Montoro no se tienen noticias, ni de él ni de sus rizos en el cogote, ni de sus escoltas ni de su Mirinda, y Betty repasa con su bayeta la barra de aluminio del bar.
-Creo que llegó a jugar en el Atletico de Madrid, ¿no?
-Lo probaron para los juveniles. Pero no lo cogieron.
Ahí sí aclara Betty. Si Honorio habla tanto del hijo del portero es porque está de actualidad en el bar: el día anterior por la tarde apareció, invitó a todo el mundo y contó.
El Chispas dijo estar contento porque al menos tenía trabajo. Como autónomo, pero trabajo. En una de las más importantes compañías de seguros. Tras invitar a todos, pidió otra ronda más, rumboso, y contó que su compañía estaba tirando los precios. Porque la competencia está siendo atroz con la crisis y otras aseguradoras están haciendo lo que sea por pillar mercado. Así lo dijo. Que le han bajado las horas a la mitad y ya no le pagan la gasolina, de modo que puede haber un aviso a varios kilómetros que no le merece la pena.
-Pero hay que hacerlo.- Afirma, profesional.
Así que por un lado pone en todos los partes que es siniestro, o cortocircuito, o subida de tensión, para que cubra los gastos el seguro. Así va él haciendo clientes agradecidos, para que le encarguen chapucillas fuera del trabajo. Añade el Chispas que lo que pasa es que a veces no se cobran esas chapuzas porque la gente no tiene dinero.
-Y te pagan en especias.
Como Honorio quiso saber qué era eso, el técnico superior en electrónica y electricidad explicó que por ejemplo una fisio que tiene una clínica le dijo que ella no le podía pagar, que si quería le miraba las cervicales; o que en algunos restaurantes le daban como vales para que fueran a comer él y las niñas; o que el coche se lo arregla un taller y él le controla la luz. Y ahí se puso a contar una historia que casi ninguno de los parroquianos entendió del todo. Ni Betty.
Parece que la madre de un abogado lo llamó para que le hiciera un presupuesto de la consulta de su hijo. Pero que era una sorpresa que le quería dar, así que el trabajo debería hacerlo en el fin de semana. Siguió diciendo que a él no le importaba trabajar cuando fuera y que la señora, agradecida, lo invitó a cenar al mejor restaurante de Madrid y que él se puso como Las Grecas. No acertó a decir el nombre del sitio, solo vagamente que tenía no sabía cuántas estrellas Michelin.

A los del bar de Betty no les quedó muy claro lo que significaba eso de las estrellas, pero entendieron menos qué quiso decir el Chispas con eso de que se puso como las Grecas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario