En el bar de Betty están contentos porque ha tocado el reintegro. El zapatero había entrado riendo, dando palmas y con el décimo en la mano.
-Lo que yo dije, el siete.
Se miraron todos asombrados y entre dudas, como si desconocieran algo importante, como si les faltara alguna clave. Betty, la hija, Honorio, el taxista, Paqui, la Pelirroja, el portero y la chica de la ORA.
Cuando comprobaron que la felicidad del zapatero jubilado era medio de broma medio porque su número favorito es el siete, compartieron la alegría. Lo que no falta nunca en ese bar son las ganas de alegrarse.
Y fue como a Honorio se le ocurrió que podían montar una fiesta y hacer creer a las televisiones que eran ricos y felices.
-Como vengan las televisiones, también vienen los bancos. Dijo el portero precavido.
-A esos quería ver yo.
Fue como la chica de la ORA contó entonces lo que le había pasado a un amigo con el banco. El amigo es un novio peruano que se ha echado, pero esa historia romántica no viene a cuento de esta crónica postátil. El peruano pretendía mandar dinero a su familia en Lima y quiso preguntar en la sucursal cuanto le costaba la operación. Le dijeron que un 0,35 por ciento de lo que enviara, con un mínimo de 35 euros. O sea, que dependía de la cantidad. Y que en todo caso le convenía enviar una suma importante, que...
-Lo que mi amigo iba a mandar son 100 euros y le cobraban 35.
-Cabrones.
Y la expresión de Honorio fue suscrita por los clientes de Betty. Los presentes y los ausentes.
Así fue como la denuncia de la chica dela ORA y la broma del zapatero pusieron en marcha la comedia. Betty sacó cava maluco y medio caducado que hicieron estallar en cuanto apareció la primera reportera de una TDT. Entre paréntesis hay que decir que se apiadaron de ella porque llegó con la cámara a cuestas, y el blog de notas, y el android, y un micrófono. Y pudieron oír cómo le echaba la bronca de su jefe, injusta, insensible, machista y acosadora, sólo porque no había logrado una imagen con el número premiado.
Los del bar de Betty consiguieron un jolgorio considerable, al que acudieron vecinos, mirones, curiosos y televisiones. Entre el gentío se pudo ver a un tipo sonriente con corbata que Liliana, la chica de la ORA, reconoció como el director de la sucursal bancaria donde su amigo había pedido información para enviar unos euros a Perú.
-Ese es. Dijo a Honorio.
Y el jubilado de las chanclas y los calcetines desparejados se encargó de la gestión.
Nadie sabe qué artes desplegó, si su simpatía, si su arrojo, pero lo cierto es que se presentó como portavoz del grupo agraciado. Al hombre trajeado tomó por banda y le puso una condición para poder negociar en exclusiva. Sí, sólo una. Un día antes un cliente de su banco pretendió enviar a Lima cien euros.El bancario aseguró que se interesaría por ese caso.
-No me ha entendido. La condición única es que lo resuelva ahora.
Liliana llamó a su amigo, éste se presentó en el bar de Betty y los cien euros cruzaron el Atlántico para llegar a su destino sin dejarse en el camino comisión alguna. El director de la sucursal no dudó en abrir la oficina para hacerlo posible.
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