viernes, 14 de junio de 2024

6. Vinuesa

 


Vinuesa, al este de Salduero y Molinos, es villa medieval y el hecho de que sea la cabeza de la comarca de Pinares y sea el núcleo de mayor población, unos ochocientos habitantes, le da un cierto aire de capitalidad, de centro administrativo de estos parajes que visitó Antonio Machado. Las calles, las construcciones, las plazas, hasta el silencio del pueblo tiene un aire señorial. Muestran un pasado de esplendor que se remonta hasta la Edad Media con un esplendoroso comercio de madera y lana. Lo primero se adivina por los bosques que rodean el término. En el siglo XVII Carlos III concedió el título de villa con sus fueros y el símbolo del Rollo juristicional, lo que le otorgó una nobleza que se observa hoy en las calles vacías y da testimonio el crucero que se alza en la plaza Plazuela, una columna de piedra sobre cinco escalones circulares. El monumento indicaba la jurisdicción, el limite territorial y hacia funciones de ajusticiamiento. Eso acabó con las cortes de Cádiz en 1812, pero en aquellos pueblos de Castilla que tenían alcalde podían juzgar y condenar a muerte, aparte de castigar y pagar penas menores como azotar a los delincuentes y exponerlos a pública vergüenza.



Entre Salduero y Molinos empujan al rio a que se acerque a Vinuesa, un hilo gastado tras dejar el ímpetu en los dos pueblos anteriores pero que engorda en cuando pasa al lado el viejo puente romano y anega el antiguo pueblo que se resiste a dejar de mostrar el campanario de su iglesia hundida para convertirse en el gran pantano que hoy es. Se había planeado en 1923, pero el 9 de septiembre de 1941 el embalse de la Cuerda del Pozo se tragó al pueblo de la Muedra. Un pantano que regula el Duero y es la principal fuente de agua potable para ciudades como Soria y Valladolid y una superficie que se convierte en playa inmensa a la vera de los pinos, Playa Pita y las Cabañas, como otra oferta turística y de deportes náuticos de unas tierras privilegiadas, una costa de 65 kilómetros, un mar interior también vacío. Por el borde del rio se mira al puede romano que resiste y pide una restauración y la calzad romana en dirección a Molino.



También se ve poca gente en Vinuesa pero el paseo que lleva al rio, pasando por el campo de futbol se muestra movido, unas cuantas cabezas van y vienen cruzando el gran puede que lleva al romano. Secos y cercados por pareces pequeña, apareces prados verdes que en tiempo de crecida quedarán anegados y si se retira la marea resulta apetitosos sitios para el ganado vacuno y bobino que se observa.

La casa rural la Muedra nos da cobijo y ofreció menú apetitoso, aunque nos quedamos sin probar las patatas con setas que prometía. Debió ser el plato más demandado porque el comedor estaba lleno y la chica de Duruelo no daba abasto. Tras sobremesa en la terraza del establecimiento, un buen mirador sobre los montes que rodean a Vinuesa, se impone paseo de reconocimiento de la villa. Y sus calles vacías de casas cerradas persianas bajadas, hablan de un pasado insigne. Saliendo de la Plazuela, por la calle doña Sofía nos espera la calle Luenga, una larga cuerda que serpentea como su nombre hasta encontrarse con la calle la Peña. En el inicio del recorrido que cruza el pueblo por la mitad, el gótico renacentista de la iglesia de nuestra señora del Pino y su retablo rococó en su interior. Abierta pero vacía, claro, apenas los viajeros como únicos visitantes. Y aparece la Casa de los Ramos, un edificio emblemático y representativo de un pasado de esplendor, de dos plantas con jardín delantero cerrado por valla de piedra trabajada terminada en pico, como un reguero de pequeñas pirámides sembradas enfrente de la casona, guardándola. Una balconada de madera que la recorre en toda su fachada. Justo enfrente. También gran portalón y tres balcones y su escudo tiene el Palacio de don Pedro Neyla, parece que arzobispo de Palermo que levantó tal casona que más tarde sería donada al pueblo para convertirse en la escuela que hoy es. Cada rincón muestra unas piedras bien puestas, gruesas, firmes, que hablan de una arquitectura y una economía potente. Se ve que el comercio de la madera y de la lana dieron buenos rendimientos. Cada calle presenta una sucesión de palacetes, caserones y casonas como mansiones.



El paseo que sale del pueblo a encontrarse con el embalse pasa por el campo de futbol y se acerca al misterio que ofrecen las aguas en función de su nivel, los restos del puede romano, desportillado y milagrosamente en pie aparece y desaparece en función de la subida o bajada de las aguas, como los prados que quedan anegados o húmedos y llenos de hierba. Las caminatas son atractivas, a la calzada romana que aún conserva sus cuatro kilómetros en buen estado, o la Fuente el Salobral, parece que, con propiedades para el cuidado de la piel, a la que se llega por una pista forestal y ubicada en un refugio con un merendero.

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