El Duero se desboca hacia
el sur tras pasar Duruelo y coger caudal de río. Pero se comprueba que el río
va y viene, se detiene cuando pudiera parecer que ya ha cogido ritmo de aguas
profundas y dirección, como si dudara, como si retomara trayectoria e
intenciones. Así que pasa bajo el puente de los Arrieros y tuerce a la
izquierda en un meandro imprevisto, como si se acordara de pronto de acercarse
a Covaleda. El pueblo soriano está en la ladera de la sierra de Urbión, a más
de 1.200 de altitud. Parece que hay noticia de la villa en la Edad Media,
incluso de antes, de la Edad de Bronce. Hoy las calles están llenas de carteles
anunciadores: Desafío Urbión, la dura carrera de montaña que convoca cada año a
deportistas y va ya por la novena edición. Correr por las cuestas y desniveles
de 800 metros debe ser especialmente duro: 30 kilómetros, mil participantes y el
récord está en tres horas y cuarenta minutos. La particularidad es que además
del inhumano reto que supone, que tiene cada año más adeptos, la organización
plata dos árboles por cada uno de los corredores que crucen la meta, con lo que
la riqueza de los pinares del pueblo y de todos los de la sierra se asegura. Un
incentivo más.
Covaleda compite,
amigablemente y a veces no tanto, con Duruelo y Vinuesa por ser la capital de
la Comarca de Pinares. Presume de la rica masa forestal que cubre su término
municipal, en la que el pino albar reina sobre pinos negros, hayas, acebos y
robles. Orgullo de sus árboles e ingenio para nombrar los parajes: el mirador
de la Machorra, Bocalprado, el paso de Peñoncito.
La carretera parte el
pueblo por la mitad. El de arriba y el de abajo. Hay viviendas con señorío,
aunque no se ve la arquitectura solariega que se observa en otros pueblos
pinariegos, como Salduero, Molinos de Duero o Vinuesa. La explicación está en
lo que pasó en 1923. Muchas de las casas están cerradas, lo que sugiere un alto
porcentaje de viviendas de fin de semana.
En el Mercado Antiguo
anuncian una exposición que parece interesante, ‘Covaleda Arde’. Una muestra,
que, explica su hacedor, comisario y fotógrafo, conmemora y recuerda el
pavoroso incendio que asoló la localidad en 1923 y se llevó por delante a 90
casas, las dos terceras partes del pueblo. Como 500 personas lo perdieron todo.
De modo que apenas se puede encontrar hoy la huella de lo que fue. Eso explica
la ausencia de las edificaciones típicas de la comarca. Ocurrió, parece, el 6
de septiembre de 1923. A las siete de la mañana Felisa Tejedor, la tía
Perejula, subió al pajar con un candil de aceite encendido. Otra versión dice que el viento avivó las cenizas del
rescoldo de día anterior. Otras que iba bebida. En cualquier caso una llama
pequeña por la acción del viento se convirtió en una incendio pavoroso.
La
exposición organizada por Miguelangel Hernández, con fotos de la época,
recortes de periódicos de aquellos días, listas de perjudicados y nombres de
niños que fueron llevados fuera del pueblo, historias orales recogidas,
conforman una crónica que ilustra los sucesos de hace cien años que forman
parte de la memoria de Covaleda. Incluye recortes y crónicas periodísticas.
'Arde Covaleda,
Memoria del fuego del 6 de septiembre de 1923', repasa el suceso y muestra el
contexto, no solo de la tesis de si La Perejula fue una mujer descuidada o trastornada,
también las diferencias políticas y sociales que hubo en Cavaleda en aquellos
tiempos por el llamado 'Motín de las sierras'.
La economía de
esta comarca de pinares se basaba en la explotación de la madera de los montes
comunales. Los duros trabajos pasaban por llevar los troncos a los aserraderos
y el conflicto surgió cuando se formó una cooperativa para no depender de las
imposiciones de quienes decidían los precios del trabajo y de la producción. La
desgracia limó las discrepancias, sobre todo porque impidieron a los
cooperativistas tener su propio aserradero.
La muestra del
antiguo mercado se completa con un documental con imágenes de hemeroteca y con
un corto donde un grupo mujeres del pueblo representan la historia y percance
de La Perejula. Recrean con retranca la escena del incendio en el hogar de la
‘tía Perejula’. Dirigidas por el propio Hernández, está muy bien hilvanado, rodado con gusto, montado con sabiduría e interpretado
con mucho oficio tanto el personaje de la pobre pirómana como el resto de los
personajes. Los pocos espectadores congregados aplaudieron con ganas. Mientras
miguelangel guardaba video y recogía cables y proyector, mostró en la pantalla
del ordenador el make in off de la película. Se ve cómo se rodó, cómo se
preparó, como se produjo, como se divertían las actrices, la juerga que se
traían para componer los diferentes personajes del drama de la Perejula ante la
cámara. Si la película tiene interés la intrahistoria del proyecto merece
verse.
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