1. Trujillo
y Monesterio
La idea es andar por
Portugal, descubriendo o confirmando sensaciones, intuiciones y lecturas. Con
dirección, pero sin rumbo. Hacerlo desde la furgo te da la oportunidad de
parar, mirar, volver, quedarse o marchar sin otro compromiso que el de la
propia real gana. Una intuición, una cara, una calle, un paisaje, un valle, un
acantilado pueden ser motivos suficientes para pararse, seguir adelante o para
permanecer un poco más en el lugar
No hay plan ni tiempo ni
prisa. Solo gasoil y dirección al sur, para entrar en Portugal por abajo. Va la
cama, el baño, la ducha, la cocina y la mínima nevera como soporte suficiente
para no depender de ayudas ajenas para solventar necesidades básicas o
apremiantes. Así que en marcha por la carretera de Extremadura. Pero antes hay
que pasar por la comisaría de policía porque alguien ha entrado en el trastero.
No se sabe cuándo ha sido, puesto que en todo el verano nadie de la casa
accedió a él. El caso es que han entrado y revuelto todo. Básicamente hay cajas
de libros amén de documentos, papeles, cartas, sillas de piscina, ventiladores,
tablas... colocado todo en estanterías de aluminio que rodean por los tres
lados, menos el de la puerta, las paredes del habitáculo. Pues esta todo mezclado
y pisoteado. Las cajas de libros rasgadas y despreciado su contenido, las
carpetas y legajos revueltos, revisados con saña, como si buscaran algo de
valor que evidentemente no hay en ese desván. Pero no se le puede indicar al
policía ante el que se hace la denuncia el cálculo del valor de las pérdidas ni
siquiera indicarle lo que se echa en
falta, puesto que habrá que entrar en ese revoltijo e ir mirando papel a papel,
objeto a objeto. El policía firma la copia de la denuncia que entrega.
Así que el plan de salir
pronto en dirección suroeste no se cumple. Y pasado Navalmoral de la Mata hay
que ir pensando donde parar a comer.
Tras Almaraz ya no hay que cavilar mucho más, la necesidad aprieta. El
día ha salido lluvioso y desapacible, tampoco era lo previsto. Así que un
luminoso en una curva de la autovía que lleva a un pequeño desvío como vía de
servicio nos puede servir. Restaurante Ventilla del Camionero. El aparcamiento
es amplio en esa especie de Siberia extremeña así que se come en la furgo, que
la nevera va llena de preparados ricos. El café, bajo el paraguas, si se toma
en la cafetería del restaurante. Las comidas están cumplidas y los camareros
están desocupados, deseando quizá tomar un descanso. El café descafeinado en
vaso en la tarde destemplada y los expositores de la barra llenos de guisos
fríos y tristes. No es mejor que hemos tomado.
De nuevo a la carretera
tras dejar el desvío y van pasando ante los atareados limpiaparabrisas dehesas
y hondonadas. No queda mucha tarde para llegar al sitio que he señalado para
pernoctar, pero lo bueno de moverse en la furgo es que se puede improvisar y
tomar decisiones sobre la marcha. Pensando que quizá merecía la pena parar,
después de tantos años, en Trujillo, o Mérida. Así que a la altura de Belén nos
desviamos por la antigua nacional V para acceder al primero. Una norma que
cumplimos, cierto que a veces se olvida, es aparcar fuera del centro histórico
de los sitios, evitar las calles estrechas y empinadas que pueden dar un susto
a la furgo. Así que no encontramos con el monolito bien conservado con una cruz
en lo alto. Como una señal de aviso, como si el monumento dijera mejor empezar
a ver la ciudad desde aquí. Un rollo judicial como el que se ve en algunos
pueblos de Castilla. Una columna de piedra erigida en localidades que tenían
capacidad de administrar justicia, un símbolo de la jurisdicción local, que
además marcaba los límites territoriales y servía como monumento conmemorativo
de la concesión del villazgo. Monumentos que incluso tuvieron funciones de
ajusticiamiento.
El monolito alargado que
hay a la entrada de Trujillo está muy bien conservado y está construido con
singularidad. Está a la entrada de la ciudad, luego sabríamos que en la plaza
del Campillo, como vigía que da la bienvenida a quienes llegan y avisa que
mejor aparcar en su derredor, llano y ancho. Así que vamos subiendo por la
Ronda de la Piedad, congratulados de haber dejado la furgo atrás e intentando
reconocer pasa a paso las casas y calles y escudos y soportales que visitamos
treinta o cuarenta años atrás. La Plaza Mayor, la Torre del Alfiler, La Iglesia
de Santa María, el Castillo, todos los palacios, los escudos, las piedras
indican un aroma medieval, como escenario de película. Llovizna y es domingo
por la tarde, así que las terrazas están medio vacías y los bares andan en un
semicierre de siesta y se pregunta uno cómo se vive en un escenario así, como es
la cotidianeidad. La visita de hace tanto tiempo no concuerda en sensaciones
con esta. Aquella imagen tiene los mismos edificios, parecidos empedrados
gastados, similar aire de belleza parada en el tiempo. Pero las iglesias
entonces no tenían una taquilla en la puerta. La mayor, tiene incluso una
suerte de tablones verticales que impiden ver nada del interior y conducen a la
venta de tiques. Parece como una vuelta de tuerca de la administración de ese
patrimonio.
A pesar de esas paradojas
turísticas el paseo reconforta, y eso que no hay mucho tiempo en este alto en
el camino. En la explanada del castillo, un
guía local pastorea una treintena de turistas a quienes recuenta las
series y películas que se ha rodado, tante en exteriores como en interiores en
calles y plazas y edificios de Trujillo, desde Juego de Tronos a la Marrana,
desde la Lozana Andaluza a la Familia de Pascual Duarte. Títulos y
protagonistas que proporcionan quizá tanto orgullo a los moradores de hoy como
la historia que guardan sus edificios. Y al volver hacia la furgo, nos
percatamos de que habíamos cometido otro error, no apuntar la ubicación. Así
que empezamos a caminar hacia el lado contrario y al preguntar no sabíamos qué
referencias dar. Lo que nos guio fue el Rollo. Cuando al vecino que paseaba le
referimos el monolito, nos pudo guiar.
El tiempo, insuficiente,
empleado en Trujillo, acorta el que disponemos para llegar a Monesterio, el
lugar elegido para dormir. La lluvia y la noche se van echando encima, pero el
tener la referencia de la aplicación no importa mucho, y la disposición a reaccionar
y variar el plan también ayuda. No obstante, ya con noche cerrada, un desvío de
la Autovía de la Plata nos lleva al pueblo pacense. Una planicie bien asfaltada
y llana, a la trasera de un supermercado parece la propuesta del navegador que
se acaba de perder. Por las dudas seguimos conduciendo hasta lo que podría ser
el centro del pueblo, pero ni hay un alma para preguntar ni se ve otro lugar
que pueda indicar que sería el Area de Autocaravanas. De modo que volvemos al
descampado asfaltado y nos alineamos junto a tres autocaravanas, una furgoneta
y un invento de habitáculo montado sobre la caja de un Pick up.
No hay comentarios:
Publicar un comentario