Entró en el bar de Betty contento, se puede decir
que sonriente, como satisfecho de algún deber cumplido. Dejó la cartera en el
suelo, se repeinó los rizos del cogote con las dos manos y se acodó en la
barra. No pidió nada porque enseguida le pusieron delante su consabida Mirinda.
Miró a los presentes como si paseara su mirada por el tendido.
No le hicieron apenas caso. Betty ya se había
hecho cargo del bar, tras regresar del pueblo, pero comparte espacio tras la
barra con su hija, que duda si irse o quedarse. El taxista ni lo miró,
pendiente de los mensajes que pudieran aparecer en el fondo de su vaso vacío.
Honorio hablaba con la chica de la ORA y le faltaba prestancia al recién
llegado como para interrumpirle. Los de la telefónica realmente no se fijaban en
nada ni en nadie. Llegaban juntos intercambiando pareceres, tomaban sin mirar
lo que les servían y se iban sin despedirse, como si su conversación no tuviera
ni fin ni pausa ni admitiera elementos que la interrumpieran. El zapatero llegó
cuando ya Montoro hizo un gesto para demandar que le pusieran otra Mirinda.
Y fue precisamente el recién llegado el que, tras
desear buenas tardes a todos, reparó en el ministro sonriente.
-¿Cómo ha ido la tarea?, preguntó un poco por
compromiso.
Pero Montoro tomó la pregunta como si realmente
se interesara y se puso a explicar. Y habló de la clara voluntad social de
estos presupuestos; dijo algo así como que auguraba haber acertado en poner las
puertas que nos lleven a un crecimiento en 2013; afirmó que uno de los
principales objetivos era detener el avance lamentable y excesivo de la deuda
pública….
Hablaba para todos, gustándose, convencido,
sonriente. No reparaba en que en el caso de que alguien escuchara sus palabras
nadie le miraba.
Entonces Honorio, sin dejar de mirar a la chica
de la ORA dijo:
-A ver, dígame, yo soy pensionista, voy a cobrar
más o no,
El ministro se esponjó por que vio una luz, como
si hubiera sentido que por fin lo escuchaban. Respiró hondo, mostró su mejor
perfil y
-Entiéndame, este gobierno lo que ha hecho, de
acuerdo con su clara vocación social es pensar en el crecimiento y en los cinco
millones de parados que hemos heredado
-Este hombre cada vez parece más
gangoso. Le dijo Honorio a la cica de la ORA, como si con la apreciación
continuara la conversación previa que tenía con ella y demostrando que, evidentemente,
le daba igual lo que dijera Montoro.
Y el zapatero se unió a Honorio y
a la chica controladora de los vehículos aparcados y con ellos hizo tertulia, y
les preguntó sin que esperara obtener respuesta; ¿pero por qué no habla claro
este hombre?
Montoro se sintió una vez más
ignorado. Dudó si seguir explicándose o pedir otra Mirinda.
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