Aquella tarde nadie servía una Mirinda pero el espíritu de quien las tomaba estaba más presente que nunca. El portero era un hombre curioso y algo meticón, como corresponde a la experiencia que desarrolla el oficio. Pero era básicamente pacífico y se sabía que más de una vez había votado al PP. Últimamente no lo decía, sobre todo desde que iba por el bar de Betty el ministro y dejaba a su marcha una ristra de carcajadas, improperios y desplantes. No le gustaba la torpeza de algunas medidas ni esa especie de chulería con la que aparecían por al televisión.
Así que se iba enfriando su no muy encendida llama política. Rescoldo que revolvió un día el bocazas de Honorio, que además lo puso en un compromiso. Fue cuando dijo a Montoro, pues este os vota. Minutos después se puso muy serio ante el jubilado de las chanclas y le dijo que no volviera a hacer eso. Que él votaba a quien quería y también desvotaba cuando le daba la gana.
Empezaron a respetarse, pero aunque el portero se iba apartando progresivamente de los suyos, quedaba un cierto sentido del orden, de la eficacía y de algunos estereotipos que no acababan de irse.
Sin embargo aquella tarde estaba desatado, ofendido en los más íntimo. Acababan de decir por televisión que el hermano de Cristobal Montoro había dicho en la fundación FAES que había que acabar con la “barra libre” de las pensiones, la educación y la sanidad. El portero lo tómo nada más oirlo como una traición personal, como si la gente en la que había creido de prondo se quitara la máscara. Eran de otro mundo y el se había creído que estaban en el mismo.
-Hay que ser hijodeputa para decir eso.
-Esa boca- Dijo con desgana Betty mientras sacaba brillo a un vaso ancho de los de sidra, donde últimamente todos querían que pusiera los cubatas.
-No me jodas, pero qué coño sabe ese tío de barras libres, ni de educación ni de sanidad ni de pensiones.
-Algo sabrá. Es sociólgo, o algo así ha dicho la tele. Ilustraba Betty dando más trascendencia al brillo del vaso que a la información que acababa de aportar.
-Me da igual lo que sea, seguro que no sabe ni cuando cuestan los libros ni las recetas. A ese lo quería ver yo viviendo con una pensión cualquiera de los que vienen por este bar.
-Eso diselo a su hermano cuando venga.
-A qué no tienen guevos de venir juntos.
-Eso que venga con el hermano, si tiene guevos.
Y con ese reto sellaron el portero y el jubilado una paz hasta ese momento endeble.
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