Un martes del
pasado junio se juntaron en Cartagena de Indias Bill Clinton, el ex primer
ministro británico Tony Blair, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso
(Brasil) y Ricardo Lagos (Chile). No fue casualidad el escenario ni coincidencia
el encuentro. Los había juntado allí el
presidente colombiano Juan Manuel Santos con la idea de relanzar la
llamada Tercera Vía como alternativa al neoliberalismo y el conservadurismo. Pero
no han sido los únicos líderes carismáticos que han llegado a
la ciudad amurallada porque Cartagena es urbe escaparate, sitio ideal para
acoger cumbres, congresos, seminarios, bodas, rodajes de películas y proyectos
de desarrollo.
Todos los
sábados del año, cientos de parejas de toda América acuden allí para casarse.
Es un referente para todas las clases sociales. Las iglesias tienen cubierta
las horas de la tarde. La de San Pedro Claver, la de Santo Toribio, la de Santo
Domingo, la del Convento de la Popa, la Catedral de Santa Catalina de Alejandría,
la de las Mercedes, la de la Trinidad en Getsemaní… ninguna tiene hueco entre
las cuatro de la tarde y las diez de la noche. Hay ceremonias humildes,
exclusivas, rocambolescas, hippies, sencillas, musicales, barrocas. Cartagena
es un lugar de casamiento, un sueño de novias y de novios, el reclamo
turístico.
El rutilante
Palacio de Convenciones, al lado del centro histórico, sobre la Bahía de las
Ánimas, ha acogido desde su apertura en 1982, la XXII Asamblea General del BID,
la Cumbre del G8, la XVII Asamblea General de la Organización Mundial de
Turismo OMT o la VI Cumbre de las Américas. También tiene overbooking.
La inmensa
trama de barrios de la ciudad, que suponen más del 90 % de la superficie
igualmente recibe visitantes ilustres. En ellos cada día desembarca una ONG. La
mayoría pertenece al estrato 1. Eso significa desplazamiento, marginación,
umbral de miseria, violencia, carencia de servicios y posibilidades cero de una
vida digna. Son Nariño, Loma Fresca, Pablo VI, Nelson Mandela, Boston, Amberes,
Las Lomas, Juan XXIII, Tesca, Líbano, Palestina o La Maria, por nombrar solo a
un puñado.
La ciudad de
Cartagena de Indias es una región muy vasta y está dividida en numerosos
barrios clasificados según indicio de calidad de vida de 1 a 6, como en toda
Colombia. Así, un estrato 1 es un lugar con las condiciones de vida muy
difíciles, de supervivencia. Barrios bajos aunque estén algunos en las laderas
y las alturas, sitios muy desaconsejado para los visitantes, lo avisan tanto
las guías de turismo como buena parte de los cartageneros. “Podría vivir
ciertas situaciones problemáticas”, oye decir el viajero.
Boca Grande |
Centro histórico, dentro de la muralla |
En Cartagena de Indias hay muchas Cartagenas |
Fotografía realizada por Eyder, niño de Boston, uno de los barrios cartageneros. |
Así que es
ideal caldo de cultivo de Fundaciones internacionales, locales, nacionales,
religiosas, sin ánimo de lucro, con ánimo, auspiciadas por estudiantes, por
señoras ricas, por esposas desocupadas de altos cargos, por músicos, por
artistas. A poco que uno se fije podría comprobar todo el mundo tiene un
proyecto que mover en un barrio de Cartagena, toda ONG tiene allí un sitio.
Unos lavan la cara, otros se hacen una fotografía con los niños desamparados y
se van, otros se quedan, otros no quieren ir ni quedarse. Los hay con buenas
intenciones y mucho desconocimiento, los hay que se aprovechan.
Al aeropuerto Internacional Rafael Núñez
de Cartagena llegan cada día gente con cientos de buenos propósitos, falsos o
verdaderos. Antes de aterrizar pueden ver desde la ventanilla del avión la
miseria y carencias de todos esos barrios marginados, llenos de desplazados por
la violencia, abandonados de la mano de Dios y de las autoridades.
Los visitantes
se van pronto, asombrados, sensibilizados o tranquilos, como los mandatarios de
la tercera vía, como los recién casados, como los turistas. No está comprobado
que regresen, tampoco que hagan examen si su visita sirvió de algo. Cartagena
tiene eso, que embruja, que es ciudad presumida, de paso; que son muchas
Cartagenas.
Muchas de las
organizaciones van con un mapa, un sueño y un power point en su maletín. Con
más o menos creatividad se puede leer un encabezamiento que reza ‘Mapa de
procesos estratégicos fundación X’. Luego: ‘Planeación, gestión de recursos,
alianzas interinstitucionales’. Debajo: ‘Salud, educación, infraestructura,
generación de ingresos’. Más abajo: ‘Gestión del proyecto’. Después: ‘Gestión
contable, apropiación de Tics y comunicaciones’. Al lado: ‘Gestión administrativa, márquetin y
comunicación, compras e inventarios’. Al margen, en otro color y señalados por
flechas, los sujetos sobres los que actuar: ‘Niños, niñas, adolescentes,
jóvenes, adultos y personas mayores’. Es común que haya otras flechas que
indiquen: ‘Objetivo social, misión y visión, valores y ubicación’.
Tal
organigrama se calca, apenas cambiando el diseño, en multitud de ONG’s,
fundaciones y proyectos. También se repite la ceremonia: quien aterriza con un
proyecto de desarrollo para uno de los barrios o uno de los sectores marginados
de la población se aloja, salvo honrosas excepciones, en la ciudad amurallada,
o como mucho en Getsemaní. Luego visitan el escenario temprano y se entrevistan
con los líderes, pasean por las calles polvorientas, se hacen la foto y
regresan antes de que oscurezca, a las seis de la tarde.
Se puede
contar un proyecto de desarrollo en cada barrio, en cada calle. Los niños
músicos, la cartografía de la violencia, fotografiar mi barrio, los tambores de
la Boquilla, niñas y madres, víctimas y victimarios…son algunas de las
propuesta en marcha. Unas buenas, otras dudosas. En todas hay un presupuesto
insuficiente que hay que administrar, que se puede quedar por el camino.
Hay dos
barrios que están en guerra, Palestina y Pablo Sexto, y son sus mujeres quienes
han pedido un proceso de paz. Hay peleas de pandillas, de líderes, por el
espacio, por las chicas, por los límites de la calle que los separa, por los
negocios. Una ONG ha iniciado un plan global, pero solo apoya. Son las mujeres
quienes toman las decisiones. Es el barrio quien maneja el proyecto. Han
empezado organizando competiciones deportivas. Y parece que el deporte une,
ocupa el tiempo, desgasta energías, da la oportunidad de celebrar, de mezclar.
Pero como dice la socióloga Alejandra Coy, cualquier proyecto debe partir de
ellos, desde ellos. Así lo quieren las mujeres de Palestina y Pablo Sexto.
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