Esa
línea no existe pero es la que daba servicio cada dia a los habitantes de la
Boquilla. Como no está, el viajero ni la ha hecho ni la ha comprobado, se trata
de una historia que le contaron. Así que no puede ser una crónica. Ni postátil
ni portátil. Se acerca al cuento real porque la fuente es fiable, el relato es
interesante; tiene información relevante,
su interpretación tiene sentido y además es bienintencionada. Pero le faltan
elementos claves para llegar a ser crónica: ni está reporteada por el autor ni
el autor estuvo allí. Tampoco se hace un relato de un tiempo determinado. Apenas se tiene noticia
de que pasó. De modo que no llega a crónica, aunque en alguno de los afamados
cronistas de América Latina, ciertos gallitos con nombre, presumidos de los
suyo, crean que en una crónica con que haya estilo ya es suficiente. No, ¿y el compromiso?
¿Y la búsqueda obsesiva de la verdad? Kapuscinski habría corrido a gorrazos a
los que sólo miran el estilo.
El
caso es que la inexiste ruta 20 realizaba el trayecto entre Cartagena y la Boquilla.
Es decir, sin ser legal, sin estar reconocida oficialmente, entraba en el
poblado de desplazados, junto a la playa, y los llevaba a Cartagena de Indias
al mercado, al trabajo, de paseo, de visita o para que en la ciudad turística
se buscasen la vida.
Fue
cosa de la sensibilidad, el avispamiento o sentido común del conductor de la
destartalada buceta. Los viajeros pagaban aproximadamente su recorrido. Es
decir, el que no tenía o no podía, se ve claramente quien no puede, viajaba
igual. Y el renqueante vehículo recorría los barrios miserables del
asentamiento. Hasta que el ayuntamiento puso una línea oficial y lo complicó
todo. El billete era mas caro, el torno instalado no discriminaba pobres de
ricos y el que no tenia plata, no subía. Tampoco el nuevo autobús recorría todo
el asentamiento, sino una línea paralela a la carretera. Y claro, quedó
prohibida la llegada de la buceta ilegal.
Los
vecinos se quejaron del mal servicio oficial y del despido inmisericorde del
generoso conductor que hacia bien su trabajo. Amenazaron con dos medidas: no
dejar pasar el autobús oficial o simplemente quemarlo. No hicieron ni una cosa
ni otra, pero lo dejaron dañado e inservible.
Ahora no hay ruta 20. Antes tampoco, pero
tenían el servicio.
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