domingo, 1 de febrero de 2015

Veinte y los de Podemos


 A Betty le hizo gracia un cartel que decía “Nos enterraron sin saber que éramos semillas”. A la hija de Betty le gustó todo: “Está hoy en Madrid media España”, dijo. El zapatero se pone malo cada vez que oye lo de: “PSOE, PP, la misma mierda es”, y le volvió a pasar; Honorio miraba encantado y sonriente desde sus gafas de culo de vaso: “Como todos sean de Podemos, arrasan”. A la pelirroja, el libro guardado en el bolso y un gorro de lana tapando rizos y orejas, se la oyó gritar con fuerza: “Si se puede”. El taxista miraba con curiosidad, aunque sin decir nada. Se sumó al grupo sin dudarlo y caminaba como si buscara a alguien en la masa que se movía en los alrededores de Cibeles y subía por Alcalá.
Había sido la hija de Betty quien informó de la Marcha del Cambio. “Eso qué es”, preguntó el portero, dispuesto siempre a completar la información. La chica de la ORA lo explico desde fuera de la barra, porque también está en Podemos. De hecho, desde que descubrieron las dos militancias y pertenencias, se han vuelto íntimas. Las dos fueron aportando detalles y se puede decir que los habituales del bar fueron los mejor informados, tanto de la organización de la marcha como de las intenciones. La camarera no hablaba de otra cosa y cada vez que aparecía una noticia o una imagen subía el volumen del televisor con su mando a distancia. Y la colombiana aportaba lo que se le olvidaba a su correligionaria. Las dos jóvenes se han hecho muy amigas y ambas parecen estar igual de entregadas a la causa. Aunque a la vigilante le guste más Errejón y a la bodeguera mucho más Pablo Iglesias. Coinciden ambas también en que Monedero no cae bien y en que hace o dice cosas que perjudican. También convienen en que Alegre es blando y Bescansa tiene algo de antipático.   
Y así llevan un tiempo midiendo atractivos, y mensajes, y estrategias y puestas en escena e importancias. Uno de los de la Telefónica les dijo un día que se estaban liando, que el que valía realmente, el de mejor cabeza de todos, era el de la silla de ruedas, “pero lo han dejado de lado”. Pero ellas hacen caso omiso a otras preferencias que no sean las que las unen y así han ido asentando su amistad y su militancia política. De hecho la chica de la ORA a veces se queda a dormir en casa de la hija de Betty, o sea justo encima del bar, que es donde vive Betty.
Cuando las dos hablan de los líderes de su partido, Honorio les dice que lo hacen como si fueran clientas de la peluquería de Loli. “Los vais a sacar en las revistas del corazón”,  porque se centran mucho en estéticas, en maneras de hablar, en atractivos. Incluso suelen comentar las relaciones sentimentales de cada uno. "No le pega Tania". La señora que prueba suerte en la tragaperras sin hablar con nadie dijo un día ”son todos iguales”. La pelirroja suele sonreír mientras lee, no se sabe si por lo que está leyendo o por los comentarios de Honorio antes las preferencias de las dos de Podemos.





Fue Honorio quien propuso ir todos juntos a la Marcha del Cambio. Es verdad que Betty últimamente se anima mucho a salir y manifestarse, así que cuando ella dijo, vamos, todos se  apuntaron. Por el tirón de la propia Betty, por apetencia, por novedad, por indignación, por militancia, por rabia... Y porque el sábado 31 de enero, “por descanso del personal”, el bar estaría cerrado. “Si el bar se cierra, qué vamos a hacer”, dijo el zapatero. Durante la semana estuvieron preparando la cita. La hija de Betty decía que tenía que atender a sus alojados. Así dijo: “a mis alojados”, porque había ofrecido la casa de su madre, o sea la suya, para que se alojaran algunos de los que llegarían a Madrid en autobuses. “Como venga Montoro, lo llevamos”, avisó el jubilado Honorio. Pero justo esa semana el ministro no apareció por el bar.
Del bar de Betty salió hacia el metro un grupo compacto y ruidoso, liderado por la propia Betty y Honorio. Junto a ellos la hija de Betty y la chica de la ORA, sus tres alojados, el zapatero, el portero, los de la Telefónica, el de la Cocacola, la pelirroja, el de la Caja, ahora Bankia, dos chicas de la peluquería de Loli, el taxista, Paqui, la mujer del portero y el Chispas, este hablando con las peluqueras y sin cambiar palabra con sus padres. Antes de ponerse en marcha el grupo, Honorio le dijo al bancario que se quitara la corbata, “donde crees que vas”. Y el de Bankia la guardó en el bolsillo del abrigo.


Los veinte manifestantes llegaron a La Cibeles cuando la multitud ya había ocupado calle, aceras y parterres. Se quedaron mirando la masa de cabezas que se movía lentamente, las pancartas, las músicas, las voces, los dibujos de tijeras recortadoras: “Si se puede”, “2015 empieza el cambio”, “Políticos, el pueblo está despertando”, “Esta marcha empieza en Cibeles y acaba en Moncloa”,  “El pueblo unido jamás será vencido”, “Luego diréis que somos cinco o seis”, “Esto  no hay quien lo pare”, “Sí se puede”, “Es ahora”, “No nos representan”, “La casta, enemiga del pueblo”, “Unidos sí podemos”, “Somos más”, “Hay que echarlos”, “Pablo presidente”, “El viento del cambio”, “Hay que soñar”. El grupo de Betty dudó si entrar en la marea, si seguir mirando, si aplaudir. Como si llegar allí hubiera necesitado un consenso, y luego una decisión. “Y ahora qué”.
 “Aquí nos vamos a perder”, apuntó el portero. Y Honorio habló de agarrarse del brazo para ir todos juntos. A todos les pareció bien y se anillaron. La casualidad hizo que Paqui tomara del brazo al taxista, lo que provocó que Betty y Honorio y el portero se miraran con intención. Marcharon apenas veinte pasos y la cadena que formaron los veinte quedó hecha añicos. Intentaron recomponerla, pero fue imposible. “Nos vemos en Sol”, acertó a decir Honorio, junto a Betty. La masa se tragó a los eslabones que quedaron rotos. Algunos consiguieron seguir juntos: La hija de Betty y la chica de la ORA con sus hospedados. La pelirroja con el Chispas y las peluqueras... Dicen que Paqui no soltó el brazo del taxista en todo el recorrido, y que este no hizo nada por soltarse; que llegaron a Sol juntos y que sin oír a los líderes se fueron juntos.

El domingo por la mañana sí abrió Betty el bar. Bajaron a desayunar Honorio en chanclas, el portero y el zapatero. Los cuatro se fijaron en el lugar donde el taxista suele mirar ensimismado el fondo de su vaso, vacío.
En la tele del bar de Betyy hablaban de lo que cobra Monedero y de la beca de Errejón.

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