viernes, 4 de marzo de 2016

El humor, dudoso, de Felipe González


Al viejo Honorio no le gustó nada lo que contó la hija de Betty. Y a Betty, tampoco. En realidad quien lo contó fue Jeny, la chica de la ORA, pero como ya se ha dicho aquí desde hace un tiempo la hija de la dueña del bar y la colombiana son íntimas, no se separan y donde va una va la otra. El zapatero dijo un día que parecían novias y el portero le dio un codazo.
El caso es que las dos habían asistido a un homenaje que se daba en el Instituto Cervantes a Gabriel García Márquez y volvían para contarlo.  Moderaba el omnipresente Juan Cruz y conversaban Daso Zaldivar y Felipe González, uno en calidad de biógrafo y el otro por ser amigo del Nobel. Fue Jeny quien insistió en ir. Su primera sorpresa, la de las dos, fue comprobar que en el atestado auditorio se encontraba Pedro Sánchez.
-Coño.
El respingo lo dio Honorio, que desde hace tiempo soporta mal el nombre, las declaraciones y las acciones del ex presidente socialista. Lo vieron Betty, las dos chicas narradoras, el zapatero, el amigo de Honorio, un vecino que trabaja en el matadero, otro que está parado hace cinco año y Paqui, que se retocaba los labios rojos. Del taxista no se sabe si vio o simplemente oyó, o ninguna de las dos cosas, ya que permaneció inmóvil, contemplando con la obsesión ya conocida el fondo de su vaso vacío.
Pedro Sánchez se sentaba en la primera fila, entre el presidente del  Cervantes, Víctor García de la Concha, y la diputada Micaela Navarro. Detrás de ellos estaba la también diputada por Madrid Meritxell Batet.
-Vaya panda, todos juntitos.


-Escucha, Honorio. Apaciguó Betty que ya veía que el jubilado se disparaba y anunciaba un acalorado mitin sobre la traición a la izquierda.
El relato lo iba haciendo Jeny y su amiga lo iba completando añadiendo comas, detalles, nombres y ambientes.  En el escenario se sucedían el homenaje, los recuerdos y las anécdotas. Tanto Cruz como Zaldivar como González parece que habían tratado mucho al novelista y periodista caribeño y recordaban momentos vividos que los ponían contentos a ellos y llenaban de sorpresa y admiración al público que llenaba el salón.
De los tres el que más alargaba los cuentos y quien más se escuchaba a sí mismo era el ex presidente. A veces le preguntaba el moderador algo concreto y él se daba un paseo por las ramas o contestaba otra cosa. Así que contó que en 1982, cuando ganó las elecciones, lo llamó por teléfono García Márquez y él lo invitó a visitarlo en la Moncloa. Gabo prometió hacerlo con su familia, pero puso una condición: que le pusiera para comer papas con bacalao y amarillo. Felipe dijo que sí y parece que resultó una comida grata la del bacalao. Ahí justo fue cuando se puso a hacer una gracia de gusto dudoso. O sea que hizo un chiste malo. Se dirigió al público como el actor que mete una morcilla en su papel, como el que hace un aparte, y dijo que eso del bacalao lo podía decir ahora, cuando el delito ya ha prescrito, porque no entraba en el presupuesto. De modo que podía denunciarse. Buena parte del auditorio se rió mucho con eso.
-¿De eso se rio Sánchez?
A la pregunta de Honorio tanto Jeny como la hija de Betty respondieron que no sabían, que no lo pudieron ver, pero que mucha gente sí se rió con el chascarrillo. Y también contaron que unas señoras mayores, sentadas tras de ellas, dijeron que vaya gracia.  
Luego Felipe González contó más anécdotas de Gabo o con Gabo, lo llamaba El Gabo. En todas estaba también él. Una de ellas trató de lo que le dijo una vez el general Omar Torrijos a Pinochet, “de dictador a dictador”, parece que le espetó con motivo del intento de liberación de un preso político. A eso añadió, González, alguna reflexión sobre sí mismo y los que llamó abajo firmantes, para referirse al hecho de sumarse a diferentes peticiones de liberación, y lo dijo así: “que si a Leopoldo López, que si a otro”. Recordó luego que en Moncloa había dos cosas que funcionaban muy bien, y le parecía que seguían funcionando: el servicio de comunicación y la cocina. Y ahí dijo que por eso montó lo de las papas. Se vió que la gracia le había parecido un hallazgo, explicó la hija de Betty.
Jeny interrumpió el relato de los hechos vistos y vividos junto a su amiga para hacer una reflexión particular:
-Con lo que sabemos que han robado, con la corrupción, con el poco respeto que tienen algunos políticos por los dineros públicos, ¿cabe hacer un chiste con eso del presupuesto?
-Os lo tengo dicho: en qué se ha convertido Felipe González…
Y Betty, con el dedo en los labios indicó al jubilado que dejara que acabaran las chicas de contar.
Casi se atropellan, entre las risas y la confirmación de lo que indicaba Honorio, al mostrar que cuando el moderador preguntó cómo se relacionaba con el poder, González contestó con otra pregunta: ¿“El Gabo o yo”? 

Más tarde hablaría de otro café tomado en el palacio de la Moncloa, en esa ocasión con el propio García Márquez y el también escritor colombiano Álvaro Mutis. Y mirando al tendido, buscando la complicidad dijo Felipe:
-Esta vez sí que dentro del presupuesto.

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