jueves, 11 de enero de 2018

Sobre periodismo y el triste cierre de Tiempo e Interviú


Esta es la bonita historia de dos semanarios que fueron protagonistas en el periodismo español de los últimos cuarenta años. Nacieron en buen momento, crecieron mucho, se llenaron de buenos periodistas, hicieron buen periodismo de investigación (a veces también lo hicieron malo), y acaban de morir porque se han ido haciendo pequeños, insignificantes ya, se llenaron de pérdidas y dejaron de ser rentables para sus dueños.
Hubo un tiempo en que sí que fueron rentables. La década de los ochenta y de los noventa se entenderán sólo leyéndolos. Las hemerotecas son testigos de sus méritos, de las historias que publicaron, de los personajes que se asomaron a sus páginas. Por ellas, por las páginas de Tiempo y de Interviú, se podrá conocer cómo era este país y qué le pasó.
Llegué a Tiempo joven, aprendí de los que estaban y disfruté del periodismo. Conté historias que pude investigar, propuse  ideas que pude desarrollar, hice, creo,  buenas entrevistas a gente increíble: Gabriel García Márquez, Felipe Alfau, Paul Bowles, Salman Rusdie, Oriana Fallaci, Juan Carlos onetti, Jose Saramago, Nadine Gordimer, Vargas Llosa, Michael Ende, Ken Follet. La lista es interminable, fueron años felices.


Pero, aparte de lo personal, hay que decir que esos dos semanarios hicieron periodismo, formaron periodistas y fueron vigilantes de la democracia. Cuarenta años dieron lugar a muchas cosas. A soñar, a mandar, a temer y a caer. Ambos medios soñaron con ser grandes. Sus referentes eran la revista tocaya, Time, pero también el New York Times, el New Yorker, y Le Monde, y La Republica.
Algunos de sus directores se atrevieron a pensarlo y muchos de sus reporteros lo creyeron. Se pusieron a ello entregados al periodismo, a la búsqueda de la verdad, a la buena escritura, empeñados en intentar caminos diferentes, en mirar más allá de la evidencia, en descubrir.
Los lectores, agradecidos, acudían cada semana a los kioscos en busca de las historias que les contaban, con pasión y honestidad, Tiempo e Interviú. El negocio parecía funcionar, había lectores, periodistas, un empresario audaz y cosas que contar. Aumentaron las tiradas, fluía la publicidad, se pagaban buenos sueldos. Trabajar allí era un honor y una envidia para los compañeros de profesión.
¿Cómo es que rompió ese bonito cuento.?Lo de Tiempo e Interviú es la crónica de una muerte anunciada. O cómo la crisis, o lo que sea, fue adelgazando hasta la anorexia a unas cabeceras saludables.
Dicen que las nuevas tecnologías cambiaron el periodismo y que los medios no encontraron el modelo de negocio que se ajustara a los nuevos tiempos. Así han cerrado cientos de periódicos y se han ido a la calle miles de periodistas. Pero, ¿todo por la crisis? ¿Por no encontrar el negocio? ¿Por el escaso dinero de la publicidad? ¿Por los grandes buscadores que se han quedado con el pastel? ¿Y el periodismo?
Esas revistas, como otras, tuvieron miedo y abandonaron el periodismo. Quedaron en manos de gestores, administradores, consejeros, gerentes, expertos en márquetin que intuyeron que venían tiempos duros.  Como visionarios males, decidieron que aquello se arreglaba dejando de lado al periodismo. Ellos decidían qué poner en las portadas, qué investigar, qué contar. Y tales decisiones iban encaminadas a no molestar, no incomodar, a quienes repartían la publicidad, fuera unos grandes almacenes, un banco o un gobierno. No incomodar.
También usaron su lógica, su única ley: si se reducen gastos, se pierde  menos. ¿Que a cambio baja la calidad, perdemos independencia, vivimos con miedo…? eso a los gestores cortoplacistas les da igual. Se encomendaron a los recortes, redujeron plantillas y prescindieron de los reporteros más caros, de los más inconformistas. Aplicaban un entendimiento aplastante: con el sueldo de uno podían tener cuatro becarios. Claro, como la crisis no escampaba, el siguiente paso fue no pagar y seguir recortando de donde ya era casi imposible.


La crisis se ha dejado por el camino muchas vidas rotas, mucho dolor, muchos derechos adquiridos, tanto en el periodismo como en la propia sociedad.
De modo que la bonita historia del Tiempo e Interviú, después de cuarenta años, se acaba porque se fueron haciendo cargo de ellos unos gestores mediocres que se dedicaron a  recortar, a querer complacer a los dueños del sistema  y a matar el periodismo. Pero también fuimos responsables los periodistas, por dejarnos, por aceptar, por no exigir.
Cuando aparecía una nube de crisis en esas revistas, recuerdo que a alguna de esas lumbreras se le ocurría cambiar el diseño, lavarle la cara. No hacerlo mejor, no arreglar lo que no funciona, no contar mejores historias, no investigar más. No: Cambio de cara. Y esos gestores incluso se pusieron a competir con la televisión: como la gente no lee, cavilaron, no le demos lectura, publiquemos fotos grandes, poco texto, y regalemos a los compradores de la revista un DVD, un disco, una película, una muestra de colonia.
Aquellos recortes, aquellas concesiones, aquel abandono del periodismo, aquellos miedos, aquella entrega al poder, aquellos intentos de regalar cosas en lugar de contar historias, trajeron estos lodos. Lloramos el cierre de Tiempo e Interviú. Como el de tantos medios que no supo defender el periodismo.

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