El director de la caja y el
ministro tienen en común varias circunstancias básicamente físicas, aunque algunas
también son síquicas: el traje oscuro, la corbata roja, la camisa blanca, los
gemelos, los rizos en el cogote, la gomina, el afeitado apurado, una cierta
manera de mirar contradictoria, el envaramiento del cuerpo y la propensión
diplomática a la sonrisa. Luego hay matices que los diferencian, muchos
igualmente físicos y otros síquicos: uno tiene pelo y otro no, la calidad y
procedencia de los gemelos es distinta, la edad..
Pero en el bar de Betty ambos
parecen estar en una parte del mundo, justo en la otra orilla que el resto de
los parroquianos. Comparten aproximadamente un metro de la barra, uno ante su
consabida Mirinda, el otro ante lo que dice ser el quinto café de la mañana.
El zapatero, los dos trabajadores de la telefónica, la rubia del estanco, Paqui
y la mujer que prueba suerte en la tragaperras también toman un tentempié
mañanero pero forman parte del paisaje, ni destacan ni suponen presencias
extrañas. Comparten café con leche y curiosidad por la pareja encorbatada. Los
miran como si esperaran que pasara algo. La mujer que mete monedas en la ranura
de la máquina ni ha tocado su café que hace rato que se enfrió.
-Se lo caliento. Pregunta Betty.
La mujer dice que vale, que gracias.
Montoro saborea su Mirinda ensimismado, sin prestar atención
ni al lugar ni a los presentes. El de la caja, a su lado, se estira las mangas
de la chaqueta, se ajusta la corbata, mira al ministro. Betty, y cualquiera,
nota que busca entablar conversación
Se lanza
-Ha estado muy bien en su contestación. Lo felicito
-¿Perdón?
No esperaba ser interpelado en el bar. Apenas ha logrado que
un jubilado en chanclas le lance una andanada, las más de las veces de forma
indirecta. Sus intentos de mezclarse, y entender, la España real no da frutos de momento. Aunque
se considera un hombre con tesón y confía que un día va a lograrlo. Así que se
ve sorprendido. Menos espera todavía la amabilidad.
-Cuando ha dicho que le hacían una pregunta impertinente
e inconveniente, que era un despropósito preguntarlea usted por la corrupción de
Baleares.
-Hombre, por dios, es que no sé cómo se atreven a darnos
lecciones cuando han dejado el país como lo han dejado
Y antes
de entrar a compartir visiones y filosofías el director de la caja se presenta
-Manuel Martin Morales, director de
sucursal de Caja Madrid, ahora Bankia.
-Encantado. El político lo dice
de modo automático, sin enterarse muy bien de quien le da la mano.
-Este busca algo. Dice el
zapatero sin dirigirse a nadie en particular y sin dejar claro a quien se
refiere.
Pero Betty entiende perfectamente
que el zapatero habla del director, que puede que lo despidan y que lleva días preguntando
cuando suele pasarse por el bar el ministro.
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