miércoles, 27 de agosto de 2014

Premio García Márquez, un atracón


Como colofón a su periplo colombiano, el viajero recibe un inesperado recado-propuesta-encargo: ser jurado de segunda ronda del premio García Márquez de periodismo. Tras moverse por Cartagena de Indias y algo por el país, luego de observar, de mirar, de escuchar, de intentar entender, de hacer amigos, le llega semejante honor. Es como el cierre perfecto, inesperado, a tres meses de aventura vital.
No puede decir que no porque en la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) lo han tratado muy bien. Ahí ha aprendido, ahí ha entendido. Así que no duda en decir que sí. Al mismo tiempo piensa que esa operación de evaluar los trabajos que se han presentado a tan alto premio le a va dar la oportunidad de leer lo que se escribe en el mundo de habla hispana, conocer lo que importa, ver qué se publica, qué interesa. En suma, comprobar en qué se ocupan los periodistas y escritores.
La FNPI es lo que se inventó García Márquez para fomentar el periodismo de calidad, un proyecto educativo internacional enfocado a la reflexión, los debates, la experimentación y la investigación. Tuvo el Nobel colombiano una preocupación y un sueño. La inquietud tenía que ver con la deriva que iba tomando el periodismo, alejado del rigor, de la comprobación, de la buena escritura, preocupados los medios solo por las prisas, por llegar primero, por la tecnología. Le dolía que el mejor oficio del mundo se estuviera desmoronando. Y la visión fue elegir a los mejores periodistas, los más vocacionales, los más prometedores, y prepararlos con la ayuda de maestros de prestigio. Es decir, soñó: ¿y si seleccionamos a un grupo pequeño de buenos periodistas jóvenes, los reunimos en un taller y los juntamos con un maestro reputado que les enseña lo que sabe? Esa fantasía se puso en marcha en 1995, hace casi veinte años, y por la Fundación han pasado ya cientos de periodistas y decenas de maestros. Los primeros son hoy la vanguardia del periodismo, hay incluso pulitzers, los segundos siguen siendo los más grandes. Los nombres de los que estamos hablando, mezclados, son el propio García Márquez,  Tomas Eloy Martinez, Ryszard Kapuscinski, Jean Francois Fogel, Jon Lee Anderson, Alberto Salcedo, Cristian Alarcón, Carol Pires, Laia Guerriero, Juanita León, Patricia Nieto, Álvaro Sierra, Miguel Ángel Bastenier, Martin Caparrón, Alejandra Xanic von BertrabJuan Villoro, Marcela Turati, Silvana Paternostro.. por no hacer la lista más larga.
La fantasía de Gabo lleva dos décadas enseñando calidad, revelando nombres de impacto e impulsando redes entre los periodistas. Hoy la FNPI es un referente mundial en los estudios y la investigación sobre periodismo. Sus talleres, basados en la investigación, en la tertulia creativa, en la ética y en la buena narración, son deseados y buscados. Es el mejor master para un periodista iberoamericano, un excelente escaparate, la más grande experiencia. Pero el sueño se hizo realidad y creció. Hoy, además de los talleres, la FNPI organiza seminarios y encuentros, y tiene publicaciones, y convoca el premio García Márquez para elegir los mejores trabajos de cada año. El más importante galardón para incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación, la coherencia y la ética por parte de periodistas y medios que publiquen en las lenguas española y portuguesa en América y la península Ibérica
De manera que no es que no pueda negarse, es que es un honor contribuir a seleccionar los mejores trabajos, ayudar a decidir quien se lleva los treinta millones de pesos colombianos, como 15.000 dólares, y el prestigio que supone el galardón que lleva el nombre de Gabriel García Márquez. El viajero ha tenido la suerte de pasar tres meses completos en la sede de la FNPI, en la calle San Juan de Dios, en el centro de Cartagena de Indias. Le han prestado un despachito, han puesto a su disposición los archivos, su magnífica biblioteca de más de dos mil títulos de periodismo; han dejado que sea su sombra, que husmee lo que hacen, que acuda a algunas de sus reuniones, que asista a sus talleres. Le han abierto las puertas de par en par y lo han acogido.
Lo recibió con los brazos abiertos Jaime Abello Banfi, el director general, el alma de la FNPI, el jefe de la orquesta, el hombre que eligió Gabo para hacer posible su sueño. Jaime Abello tiene la Fundación, los talleres, los alumnos, los maestros y los aliados en la cabeza. Es parte de la historia. Vive entre Barranquilla, Cartagena y la sala de espera de los aeropuertos del mundo. Practica lo que dijo Gabo: "no basta con ser el mejor, sino que se sepa". Así que se encarga de que se sepa en todos los sitios del mundo, igual en la ONU que en Medellín, en Cartagena que en Paris, en México que en Madrid. Puede negociar un patrocinio para uno de los talleres o el premio, pensar en un nuevo maestro, atender una propuesta de colaboración con el Banco Mundial y al  mismo tiempo interesarse por si el viajero esta cómodo. Y la 'cheveridad' de Jaime Abello se contagia a su segundo, Ricardo Corredor, que también viaja por el mundo, organiza, y se ocupa del invitado,  y a todos los demás. Carlos, Cesar, Jesica, Paola, Natalia, Estefany, Teresita, Ana Teresa, Melisa, Delsy, el hermano del Nobel, Jaime, el otro Jaime,  Yameli, Nilson, Alex:  El equipo amable y eficaz.  (Alguno de ellos en la foto)

Lo acogieron, se dejaron estudiar, soportaron que alguien fuera su sombra durante tres meses, contestaron a las preguntas, siempre cordiales... Cómo no iba a aceptar ser jurado del Premio García Márquez. No obstante el viajero tuvo un momento de vértigo, cuando supo que tendría que leer, no unos cien trabajos, como le dijeron en un principio, sino casi 140. Exactamente 139.
Y sí, se ha enterado de lo que se publica hoy, de las historias que se repiten, de los asuntos que importan. Ha leído trabajos sobresalientes, impresionantes. Los hay de gran nivel. Y los hay que son buenos como temática, o como investigación, o como literatura, u originales de enfoque,  pero les falta alguna cualidad para llegar a la excelencia. Pero todos muestran lo que interesa, de lo que se habla: violencia, sobre todo violencia, en todas sus versiones: la de la calle, de las pandillas, de los narcotraficantes; la de la ciudad o la de las zonas rurales: pobreza, marginación, desplazados, emigración; violencia contra la mujer, o contra los niños, la prostitución. También se escribe sobre el cambio climático, explotaciones mineras, el mal reparto de la tierra; sobre personajes de la cultura, de la noche, de la ciencia. Entre todos los trabajos hay crónicas, reportajes, perfiles, entrevistas.
Todo se lo leyó el viajero. Primero a ratos, luego a tragos, después a toda prisa, ya que se cumplía el plazo. Hubo momentos de verdadero deleite, otros de sufrimiento y los hubo de mareo. Sobre todo las postulaciones de peor calidad, o las menos reporteadas, o en las que había excesiva literatura, es decir más preocupado el autor por el estilo que por el contenido, o las que resultaban innecesariamente largas.
Leyó en el Bellavista, en el despachito de FNPI, incluso durante algún taller. Continuó en Madrid y terminó en el Cuadrón, en el valle de Lozoya. Descubrió estilos, miradas originales, percepciones inesperadas, voces potentes, ecos sugerentes. Pero antes de terminar, el verdadero empujón lector lo dio en el ayuntamiento de Bogajo. No viene a cuento encontrar la razón por la que solo hay cobertura de red en la casa consistorial, pero lo cierto es que alguno de los mejores textos fueron leídos, casualidades, en el salón de plenos de un pequeño pueblo de Salamanca.
El periodismo y la literatura asociaron así a Bogajo con Cartagena de Indias. Una circunstancia accidental e imprevista, pero no la única. Existe un territorio mágico, Valjondo, en una novela inédita titulada Memoria de febrero, con indisimulables ecos de Macondo. Esa es otra historia, pero si al viajero alguien le hubieran dicho hace tiempo que estaría evaluando trabajos del premio García Márquez de periodismo en la sala de juntas donde ocurrieron algunos hechos que se describen en ese libro, justo encima de la cárcel donde se cuenta que vivió el protagonista, habría creído que era impensable. Pero el realismo mágico tiene esas providencias.

1 comentario:

  1. Muy bueno haberle encontrado en Cartagena de Indias, Señor Del Arco. Ha sido un alto privilegio verle varias veces. Saludos Cordiales desde el Edificio Imperial, donde lo real maravilloso es el pan de cada día.

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