Al
viajero lo llevaron al teatro y fue de buena gana, es una propuesta a la que
siempre dice que si. Apenas sabía que era una sala de teatro por el Pie de la
Popa. Nada más, ni de la obra ni del autor ni de los actores. Un taxi desde la
orilla del mar, en Marbella, hasta ese barrio del interior de la ciudad, al pie
del cerro más alto.
Dice Wikipedia que ese nombre lo tiene porque los españoles
vieron desde el mar ese gran promontorio y les pareció una galera inmensa y el
lugar más alto la popa de aquel barco fantasma. Así que se llega por el Pie de
la Popa a una casa con una verja, un pequeño patio y unos carteles que rezan:
Caza teatro. Un chico abre la cancela e invita a tomar asiento. Van llegando
más viajeros o más espectadores y se van acomodando en el patio. La función
empieza a las 19,30 y desde las 19,00 se llena el patio. Entre veinte y treinta
personas. Muchas se saludan, con lo que deben ser habituales del lugar.
Una
mujer guapa, elegante, pantalón blanco y camisola morada saluda, acerca sillas
de plástico blancas. Y toca el timbre de la casa que suena hacia afuera. Con el mismo sonido de un teatro anunciando que empieza la función. Serán tres timbrazos
escalonados y a las siete y media en punto la mujer abre las puerta de la casa
y los llegados van entrando, a la izquierda. Es una sala de teatro, seis sillas
por fila, seis filas que se van elevando de modo que sea fácil la visión.
“Vayan llenando como un vaso”. O sea por abajo hasta arriba. Y ella misma presenta
la función. Se titula Los investigadores, un texto de Críspulo Torres,
dirección de Alberto Borja, que ponen en escena Sebastián Sierra y Clary Borja,
dos jóvenes actores del taller de teatro de la casa.
Cuarenta
minutos de magia. Una historia minimalista, en una especie de despacho-recepción
de una biblioteca, una joven va a buscar documentación para su tesis. Busca
historias de amor sencillas, pero también raras y apasionadas. Una trama que
funciona, cotidiana, con humor, de sencillo formato, que Sebastián y Clary
hacen creíble y logran levantar risas, complicidades y aplausos.
Al
final sube al escenario el director, fundador y alma de la escuela. Agradece
los aplausos, explica que están concertados con el Ministerio de Cultura, que
la sesión es gratis aunque se puede aportar la voluntad para ayudar y anuncia
los proyectos que tienen entre manos: el festival Cuentiarte, el Cineclub, el
encuentro Balada del humor contado, el concurso de monólogos Palabreando ando o
el Encuentro de narradores orales infantiles. Además invita a que quien quiera
suba o diga. A veces parece que hay espontáneos entre el público que cuentan o
dicen.
Caza
teatro es un proyecto familiar. Alberto Borja y Dora Malo son pareja y actores
de largo recorrido, sus hijos Clary Elena y Cristian empiezan y prometen. El primero
explica cómo llevan en esto desde 2007. El teatro, el cine y la cuentería son
su terreno, la representación, la escena, los talleres de capacitación de
jóvenes o no tan jóvenes, su afán, su misión y su negocio. Cuestión de cuentas,
el alquiler del teatro Alfonso Mejía para esos menesteres era una cantidad
inasumible, así que optaron por tirar tabiques y hacer espacios en su propia
casa. Al viajero le quedaba alguna duda con eso de la caza del teatro, con la
zeta a cuestas tan sonora y con tanto cante en Colombia. La cosa es más
sencilla y tiene que ver con lo que buscan, se trata de cazar, de andar a la
caza, del talento.
Eso
hacen cada dia en los talleres y cada sábado en las funciones. Una isla en
Cartagena bien conocida para los iniciados. Para el resto no tiene pérdida, en
la Calle 33, sector el Toril. Por la subida a la Popa, doblando a mano derecha,
justo a la mitad de la cuadra frente al CDA de Cartagena de Indias.
El viajero
fue en taxi y volvió en buceta al centro.
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