viernes, 4 de julio de 2014

Comuna 13


El viajero había oído decir a una pareja de chilenos que por San Javier existía una escalera mecánica, muy empinada, que permitía ver Medellín desde lo alto. Eso era todo. Así que tomó el metro en Estadio y quiso asegurarse con una información más certera. Vaya hasta allí y allí le informan, le dijo el guardia. A ver, le pregunto a usted para evitar ir hasta allí. Allí le informan. Diálogo de sordos. Así que fue hasta allí. Salió del metro y el guarda de allí le dijo que el metro cable estaba en revisión, o sea fuera de servicio. Así que mejor dar la vuelta, pero como ya había salido del metro y no lo esperaba nadie, pues decidió merodear.
¿Y no había por aquí una escalera mecánica? Se referirá a una escala. Pues eso. Tiene que tomar un bus azul que lo lleva. Así que tomó el bus azul y ahí le entró cierta paranoia, un conato de inquietud, en forma de preguntas para sí mismo. Solo en un extremo de Medellín, la del cártel, en un autobús destartalado que tomaba las curvas como si fuera Fernando Alonso, con dos pelaos que lo miran desconfiados y una señora que intenta arreglarse la chancla con las llaves de la casa. No se preocupe que yo le indico, dijo la mujer sin dejar de manipular la zapatilla. Y tras veinte minutos sorteando motos que bajaban tan descontroladas como ascendía el autobús: suba esa calle y al final está la escala. Al principio  el viajero anda mirando a los lados, sin atreverse a disparar la cámara, sintiéndose mirado.

La escala está cortando de arriba abajo el barrio Independencia 1, en la Comuna 13. Lleva construida cuatro años y ha cambiado la vida al barrio. Antes los viejos no salían de las casas, no había entre estas sino un pasillo por el que solo cabía una moto, los peldaños ni siquiera eran de concreto, se llenaban de barro si llovía. Ahora está todo limpio y es seguro, dice Leidy. Se llama así porque fue el nombre que su madre leyó en una novela que le gustó mucho, así que se lo puso, y trabaja como gestor pedagógico, es decir, auxiliar operativo del sistema Escaleras eléctricas comuna 13, “un referente del urbanismo social, de carácter público y gratuito”, como reza el folleto de la alcaldía de Medellín.
Leidy acompaña un tramo al viajero y le va explicando que tardaron dos años en construir las escaleras y pasaron otros dos años enseñando a la gente a usarlas, haciendo funciones para los niños, con juegos para que se dieran cuenta de que no eran para jugar. Trabaja en las escalas de lunes a viernes y el sábado estudia Recursos Humanos, una tecnología tras terminar el bachillerato. Le muestra el dibujo de un tucán, que ha pintado otro auxiliar que además es grafitero y firma como Chota. O el mural de los enamorados. Porque cada recodo, cada descanso de los seis tramos que conforman la construcción empinada, tiene una actuación artística que casa con los muros de las casas pintadas de colores vivos, construidas unas sobre otras en la ladera del cerro, en un equilibrio imposible.
Asegura Leidy que antes había mucha violencia en el barrio, peleas y balaceras. Entre bandas. Mucha violencia, dice pensativa. Pero ninguna como la que ella misma vivió en octubre de 2002, cuando tenía 15 años, la Operación  Orión. Y le cuenta al viajero que antes de eso el barrio había sido invadido por la guerrilla, ella misma tuvo que cambiar de colegio, se llevaron a un primo del que no han vuelto a saber, que andaban con sus botas y sus correajes mandando en la Comuna 13. Y entonces llegó el ejército con tanquetas y fusiles y cañones, y durante tres días seguidos, dia y noche, bombardearon el barrio, casa a casa. Ella se escondía con su hermano debajo de las camas, cada rato sonando balas y cañonazos. Un primo suyo murió de una bala perdida, a otro lo detuvieron y se lo llevaron y nada tenía que ver con las FARC. No salíamos de casa, todo el rato sonando tiros. Ilustra que hay videos y fotos de eso en youtube.

La Operación Orión acabó con la guerrilla en Comuna 13, se quedó el ejército un tiempo y luego cuando se fue entraron los paramilitares. Esto no lo cuenta Leidy, lo dicen amigos periodistas de Medellín, quienes afirman que no es tan seguro el barrio y que el paseo por él fue una temeridad. Según ellos allí siguen las pandillas, la oscura historia de las mafias, las familias enfrentadas por mantener el poder. Dicen que habría hasta treinta pandillas censadas que viven en una frágil tregua que podría romperse en cualquier momento a pesar de las escaleras y la inversión hecha en zona tan marginal y violenta.

Así que el viajero,  inocentemente, sin saber nada de la dura historia del barrio fue disparando su pequeña cámara de fotos. Tras dejar atrás las escalas pasea por la Comuna 13, caminaba despreocupado, alucinado con cada rincón, con cada encuadre, con cada esquina. Tomando imágenes sin parar de esas construcciones tan expuestas, tan livianas, tan coloristas, tan vulnerables asomadas al aire, sin otra sujeción que otra casa debajo o encima, con idéntica fragilidad y vulnerabilidad. Por lo que supo después, y tras recordar las miradas silenciosas detrás de las puertas, puede que la presencia de la gestora pedagógica fuera una suerte de escudo. Leidy como ángel de la guarda.

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